El mundo como lo conocemos un día fue muy diferente. Los dinosaurios caminaban hace 250 millones de años sobre un único supercontinente llamado Pangea, que se extendía sobre el ecuador, rodeado por el océano Panthalassa. Pero la capa exterior de la Tierra se divide en placas que se mueven, y esto ha ido moldeando lo que vemos en la actualidad. Este dinamismo formará poco a poco un futuro supercontinente, ha determinado un grupo internacional de científicos, que explica cómo y cuándo sucedería.
La Unión Geofísica Estadounidense (AGU) ha resumido su reunión anual del pasado 8 de diciembre bajo el título 'El próximo clima del supercontinente de la Tierra: cómo la tectónica, la velocidad de rotación y la insolación afectan el clima'.
Se plantean dos escenarios. El primero, que se formaría en 200 millones de años, teoriza la formación de un supercontinente “en las latitudes altas del norte con los continentes principales ‘aplastados’ al norte del ecuador”, publica AGU, que se llamaría Amasia. Siguiendo este modelo, el subcontinente antártico quedaría aislado en el polo sur.
El segundo ha estudiado el devenir de la Tierra en 250 millones de años, cuando se habría gestados una tierra en latitudes bajas nombrada Aurica, que nacería de la fusión de los continentes en torno al ecuador.
Pero estos planteamientos no responden solo a la teoría de la tectónica de placas. Se estudian la luminosidad solar y la velocidad de rotación, y se analizan además las diferencias climáticas entre estos dos escenarios, que no tienen nada que ver.
Si se formará Amasia, con un terreno muy montañoso y ubicado más al norte –excepto la Antártida, recordemos–, el clima de la Tierra sería extremadamente frío, más incluso de lo que llegó a ser en el pasado en periodos glaciales. Esta era gélida duraría al menos 100 millones de años.
Además la Tierra giraría más lento de lo que lo hace hoy, lo cual haría que el día aumentase unos 30 minutos, según Michael Way, físico del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA en Nueva York. De igual manera, la luminosidad solar aumentaría ligeramente en 250 millones de años. Esto se traduciría en una mayor radiación en nuestro planeta.
Esto nos lleva a su vez a comprender por qué no se calienta, como hemos dicho, ese futuro mundo con un solo supercontinente, a pesar de la radiación. Al ser más frío, con una mayor cubierta de hielo, el albedo sería mayor. El albedo es el porcentaje de radiación que la superficie refleja respecto a la que absorbe. La temperatura global, le ha dicho Way a ‘WordsSideKick.com’, sería unos 4 grados Celsius más baja que en la actualidad.
Aunque solo es así si Amasia fuera montañosas, como prevén. De ser más plano, tendría lagos y mares capaces de absorber mejor el calor atmosférico.
Se cree que la historia geológica de la Tierra tiene unos 4.500 millones de años, un tiempo que ha dado para mucho. Los investigadores tienen claro que, antes de Pangea, hubo otros supercontinentes.
La formación de supercontinentes sigue un ciclo y se habría demostrado en tres ocasiones en el pasado. El primer supercontinente, publicó ‘Live Science’ tras unas declaraciones de Ross Mitchell, geólogo de la Universidad Curtin en Perth, Australia, fue Nuna o Columbia desde hace alrededor de 1.800 millones a 1.300 millones de años. Después vino Rodinia, entre 1.200 millones y 750 millones de años. Y, por último, Pangea.
*NASA
“Los depósitos de carbón encontrados en Pensilvania tienen una composición similar a los que se encuentran en Polonia, Gran Bretaña y Alemania del mismo período de tiempo”, había dicho Brendan Murphy, profesor de geología en la Universidad St. Francis Xavier, en Nueva Escocia, al mismo medio. Esto sucedería porque una vez fueron parte del mismo supercontinente. Pangea se fue separando lentamente. Primero, en Gondwana (lo que ahora es África, América del Sur, Antártida, India y Australia) y Laurasia (Eurasia y América del Norte), y después progresivamente en los continente que conocemos hoy en día.
La evidencia de estos cielos de los supercontinentes hace pensar que volverá a suceder, por lo que probablemente no dejaremos de escuchar teorías sobre su formación a medida que se consideran nuevos parámetros.