Un químico prohibido en todo el mundo durante los últimos 30 años ha provocado un desafortunado resurgimiento. Y un nuevo estudio científico señala a China como responsable. Con la ayuda de una red internacional de dispositivos de medición diseñados para identificar y rastrear los gases en la atmósfera, el equipo detrás del estudio encontró que los datos de sus dispositivos en Corea y Japón se han disparado desde 2013.
El aumento implica que algún país estaba violando en secreto el Protocolo de Montreal. Pero las limitaciones de los dispositivos de medición significaban que la ubicación del contaminador solo podía rastrearse en algún lugar del este de Asia.
Ahora, en un nuevo estudio publicado en Nature el 22 de mayo, los científicos de la Universidad de Bristol, la Universidad Nacional de Kyungpook y el Instituto de Tecnología de Massachusetts encontraron que entre el 40 y el 60 por ciento de las emisiones globales totales de CFC-11 se originan en el este de China.
El CFC-11 es un gas de efecto invernadero, aproximadamente "5,000 veces más potente que el dióxido de carbono para calentar el clima". Los patrones del clima y el viento han sido las variables principales para determinar el origen del aumento de gas. Concretamente, los llevó a China continental oriental, alrededor de la provincia de Shandong.
En la década de 1980, los países se unieron para firmar el Protocolo de Montreal sobre sustancias que agotan la capa de ozono, un tratado histórico diseñado para detener y reducir la producción de clorofluorocarbonos (CFC).
El Protocolo de Montreal ha sido firmado por 197 países de todo el mundo, incluidos Canadá, Estados Unidos y China. A medida que la capa de ozono en nuestra atmósfera superior se agotaba lentamente, lo que permitía una cantidad cada vez mayor de los rayos ultravioleta del sol. El acuerdo internacional contribuye a una reducción significativa de los CFC nocivos, lo que permitió una curación lenta de la capa de ozono dañada.
Tras realizar las mediciones oportunas, los científicos de la Asociación Nacional Oceánica y Atmosférica descubrieron que las emisiones globales de triclorofluorometano (CFC-11) en realidad han aumentado desde 2013.
"No fue del todo una sorpresa", dijo Matthew Rigby, autor principal del estudio y lector de química atmosférica en la Escuela de Química de la Universidad de Bristol. La Agencia de Investigación Ambiental ya alertó hace un año sobre el uso del CFC-11 por los fabricantes chinos de la región. Su función era la producción de espumas.
Los fabricantes dijeron a la EIA que continuaron usando el producto prohibido debido a su mejor calidad y precio más barato. El New York Times informó que algunas fábricas estaban produciendo el gas en secreto, mientras que otros fabricantes dijeron que los gobiernos locales hicieron "la vista gorda".
Sin embargo, Rigby dijo que los científicos y los organismos de control no sabían cuánto emitían los fabricantes en China: aproximadamente 7,000 toneladas de CFC-11 desde 2013 solo en esa área. "Eso es más del doble de las emisiones que esperábamos de China en ese momento", contestaba alarmado.
El gobierno chino ha estado tomando medidas enérgicas contra los fabricantes ilegales de CFC-11 y cerrando las instalaciones de producción, y Rigby espera que este nuevo estudio ayude a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en su búsqueda de productores ilícitos.
Debido a las ubicaciones limitadas de su red de monitoreo, Rigby dijo que el equipo del estudio no puede determinar de manera concluyente de dónde provienen el resto de las emisiones de CFC, señalando que no tienen información sobre regiones como Sudamérica, China occidental e India.
Según un informe de 2018 de las Naciones Unidas, debido al progreso del Protocolo de Montreal, el enorme agujero de ozono que se forma sobre la Antártida podría curarse completamente a mediados de siglo. Por su parte, Rigby ha declarado que si el aumento de las emisiones del este de China no se detiene pronto, el proceso de curación podría retrasarse por "potencialmente décadas".