Es la historia de amor entre un humano y un zorro. Yaroslav salvó a Woody, su amigo peludo, en 2015 cuando se criaba en una granja de pieles donde su destino era acabar en el armario de algún comprador. Por suerte, su rescate le brindó una nueva oportunidad y ahora se cría como un perro doméstico en su casa de Rusia… Y tiene 32.000 seguidores en Instagram.
La amistad de Yaroslav y Woody ha crecido desde que el segundo fue rescatado en 2015. Cinco años y medio después, vemos vídeos del zorro jugando con su dueño, nadando, cavando y paseando atado con una correa. Sorprendente, aunque no es un caso aislado en Rusia. De hecho, hace unas seis décadas, un biólogo llamado Dmitri Belyaev inició un experimento con zorros domesticados para demostrar el poder de la cría de animales en la evolución de las especies.
Recientemente, investigadores han descifrado el genoma de los zorros rojos plateados (Vulpes vulpes) y han averiguado que una región del genoma del animal es responsable del comportamiento dócil de los zorros domésticos. El gen llamado SOrCS1 no se apreció en el ADN de los zorros salvajes, tan solo en los criados en el ámbito doméstico.
Aquellos con este gen se comportaban como perros. Hacían ruidos cuando querían mimos, lamían a sus cuidadores en señal de aprecio y se relacionaban con humanos sin presentar estrés alguno. Incluso exteriormente se detectaron cambios en los domésticos, en su físico.
Muchos de los zorros salvajes que un día sirvieron para el experimento de la era soviética han sido sacrificados, mientras que los domésticos han sido vendidos como mascotas y viven incluso en familias con niños. Esto explica que en la ciudad rusa de Novosibirsk sea relativamente frecuente ver personas paseando a sus zorros atados como el propio Woody.
Otro caso similar, por ejemplo, es el de Yuna, un zorro ártico hembra nacido más recientementeque va camino de los 3.000 seguidores en la red social.