La niebla está formada por diminutas gotas de agua, lo cual ofrece una oportunidad en lugares del mundo donde este recurso escasea. Para transformar estas ‘nubes’ que se forman sobre la superficie en agua líquida, los científicos utilizan, por ahora, unas mallas 'atrapaniebla' que han desarrollado inspirándose en los escarabajos del desierto de Namib.
La niebla que vemos últimamente en tantas zonas de España se forma cuando las temperaturas frías de la noche hacen que las moléculas de agua en el aire se desaceleren y se condensen. El agua condensada luego forma gotitas de agua que permanecen suspendidas en el aire.
En cuanto a su formación, las más típicas son las de radiación, que se desarrollan después de que la temperatura caiga por la tarde-noche. El suelo irradia entonces su calor y el enfriamiento del aire causa condensación. Las otras habituales son las de advección, que se dan cuando hay humedad. El viento sopla sobre un cuerpo de agua a menor temperatura, induciendo la condensación. La primera es estacionaria, mientras que la segunda tiende a fluir horizontalmente.
La idea de servirse de esa niebla, que en algunas zonas del mundo es la única fuente de agua más o menos constante, surgió a mediados del siglo XIX. En regiones como el desierto de Atacama, en Chile, las redes ‘atrapaniebla’ ya se utilizan, y “puede recolectar alrededor de 53 galones (unos 200 litros) de agua en un día promedio”, según un estudio de la Sociedad Americana de Física.
De esta manera se abastece a ganado, huertos y una pequeña cervecería llamada ‘Atrapaniebla’, que ha sido galardonada por la pureza de su producto. Las mallas, generalmente de polietileno, del tipo Raschel, se comercializan en Chile por entre 50 y 100 euros. Antes de conocerse esta utilidad, se utilizaban como cortavientos en las plantaciones de kiwi. Después de capturar la niebla, la canalizan hasta una cañería que distribuye el agua.