El domingo, imágenes de los cielos rojos y polvorientos de Madrid inundaron las redes sociales. La columna de humo procedente de los incendios de Ávila, donde ardían decenas de hectáreas de vegetación, recorrió más de 100 kilómetros y se mezcló en la capital con el polvo en suspensión procedente de África. Hoy una humareda similar es visible en Huelva por los fuegos que incendian el Algarve portugués y el municipio de Lucena del Puerto. En numerosas ocasiones los expertos han alertado de los peligros para la salud de respirar estas partículas.
El humo de los incendios forestales puede ser extremadamente dañino para nuestro organismo. Especialmente en niños, en los adultos mayores y las personas con asma, EPOC y bronquitis o una enfermedad cardíaca crónica o diabetes, las partículas que desprenden estos fuegos pueden afectar a los pulmones.
“El humo de los incendios forestales es una mezcla de contaminantes del aire, de los cuales las partículas son la principal amenaza para la salud pública”, advierten desde la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde la institución recuerdan que los que más suelen sufrir los efectos nocivos del humo son los bomberos y otros trabajadores de emergencias que actúan cerca de los focos activos.
Los daños más inmediatos del humo y las cenizas sobre nuestro cuerpo van desde las heridas y quemaduras visibles hasta la tos y sibilancias que pueden producirse. Con la exposición más prolongada, no obstante, estas partículas procedentes de los incendios pueden provocar inflamación pulmonar, bronquitis, exacerbaciones del asma y otras enfermedades pulmonares, así como de enfermedades cardiovasculares, como insuficiencia cardíaca, recalca la OMS.
“Los incendios forestales también liberan cantidades significativas de mercurio al aire, lo que puede provocar problemas del habla, la audición y la marcha, debilidad muscular y problemas de visión en personas de todas las edades”, informa la institución.
Por ello, cuando el humo de un incendio se propaga y alcanza la zona donde nos encontramos, es recomendable, a poder ser, permanecer en el interior y salir lo menos posible, al igual que se aconseja durante episodios de mucha contaminación.
Además, debemos evitar la ventilación directa con el aire, sin filtros, por lo que no es recomendable abrir demasiado tiempo las ventanas.
En interiores, se desaconseja fumar o encender chimeneas, por ejemplo, puesto que contaminaremos también nuestro hogar al cargarlo de las partículas que desprende.
"Si los desplazamientos son imprescindibles, los conductores de vehículos de motor deben utilizar los faros durante el día para mejorar la visibilidad", añaden desde la OMS.