Hasta ahora se desconocía la vida que puede albergar un microondas en su interior, pero un estudio realizado por un grupo de científicos de la Universidad de Valencia asegura que las bacterias que hay dentro del electrodoméstico son ultrarresistentes ya que la radiación que se emite al calentar un alimento no las destruye por completo.
Es por ello que advierten a la población para que utilicen este objeto tan cotidiano de forma correcta sin poner en riesgo su salud, informan Elsa Ascaso y Lydia Cruz para Informativos Telecinco.
Se usa en casa, en la oficina o incluso en centros educativos, los microondas son necesarios para todas las personas que se ven obligadas a comer de 'tupper', pero la realidad es que no se limpian con la misma asiduidad con la que se utilizan.
Por este motivo, en el interior del electrodoméstico se comienzan a acumular bacterias ya que, según explica el investigador de la Universidad de Valencia, Manuel Porcar, "la distribución del calor es muy irregular dentro del microondas, siempre hay lugares o esquinas donde la temperatura no alcanza valores muy elevados y los microorganismos sobreviven".
Porcar, junto con su equipo, decidieron poner a prueba la eficacia de este aparato por lo que estudiaron 30 microondas, repartidos en tres grupos dependiendo de la ubicación del enser: casas, comedores de empresas o instituciones educativas y laboratorios científicos. El resultado del experimento le ha llevado a constatar que el calor que emite "no tiene un efecto destructor".
La investigación, publicada en Frontiers in Microbiology, señala la presencia de una sorprendente diversidad de microbios como Bacillus, Micrococcus, Staphyloccus, Bachybacterium, Paracoccus y Priesta. La mayoría son inofensivas para el ser humano. Sin embargo, destacan dos relacionados con enfermedades: Klebsiella y Brevundinomas. Las primeras pueden desarrollar una extraña neumonía, la segunda, artritis reactiva. También aparecieron dos que causan enfermedades transmitidas por alimentos como Escherichia coli —que puede causar infecciones y diarreas— y Salmonella, destaca 'El País'.
Los entornos analizados han permitido vislumbrar que las bacterias varían ya que en los emplazados en domicilios presentaban microbios típicos de la piel humana, los de los comedores los relativos a los alimentos y los del laboratorio mostraron gérmenes ambientales que están más adaptados a la radiación.
El estudio, que ha conseguido tumbar la creencia de que el calor elimina las bacterias, incide en que para evitar que se contamine la comida, se debe colocar algo que evite que se toque directamente al aparato. Asimismo, un médico del Hospital Quirón Salud de Valencia, Jon Ortiz, añade que este tipo de objetos se deben limpiar, al menos, una vez a la semana y lavarse "las manos de manera adecuada" después de cada uso para salvaguardarse de posibles contagios.
La solución es sencilla: aplicar un poco de jabón con lejía diluida, de forma periódica. Cambiar la bayeta es otra de las opciones.
No obstante, la investigación busca informar y no crear miedos irracionales a un objeto necesario en las rutinas actuales de las personas. Por ello, los expertos se limitan a recomendar el uso de un producto convencional que sea capaz de eliminar eficazmente los restos de comida y avisan de que no es necesario tampoco excederse ya que la mayoría de los microbios son inofensivos para el ser humano.
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