El bólido que sobrevoló el cielo español la madrugada del viernes al sábado (23:59 horas) es uno de los millones de restos de cohetes y satélites que se mueven a gran velocidad en la órbita terrestre baja, y cuyo desecho es una de las grandes cuestiones por resolver en la ciencia y economía del espacio.
El Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) descartó rápidamente que el bólido fuese un misil, como se pensó inicialmente, considerando una pieza de chatarra espacial este llamativo objeto luminoso que se movió por el espacio español, despertando el interés de los aficionados a la astronomía.
El fenómeno es bastante común, el año pasado por estas mismas fechas varios observadores de Sacramento, en California, quedaron hipnotizados por unas rayas de luz que iluminaron de repente el cielo nocturno, y que poco después se supo que eran restos llameantes de equipos de comunicaciones retirados de la Estación Espacial Internacional dos años antes, en 2020.
La órbita terrestre baja (OTB) es todo un depósito de basura espacial, la mayor parte de ella procedente de objetos generados por el ser humano, como trozos de naves espaciales, pequeñas motas de pintura de una nave espacial, partes de cohetes, satélites que ya no funcionan o explosiones de objetos en órbita que vuelan por el espacio a gran velocidad.
Según los últimos dato de la Agencia Europea del Espacio (ESA) alrededor de la Tierra hay unos 35.150 desechos catalogados, con 11.500 toneladas totales de peso, procedentes de 640 rupturas, explosiones, colisiones o sucesos anómalos que provocaron su fragmentación.
Fuentes de la ESA indican, no obstante, que "no toda la basura espacial está rastreada y catalogada": sus estimaciones apuntan a la presencia de más de 131 millones de objetos de desechos espaciales de entre 1 milímetro y 10 centímetros sin utilidad orbitando a una media de 36.000 kilómetros por hora alrededor de la Tierra.
La mayor parte de los restos de basura espacial se mueven muy rápido y puede alcanzar velocidades de casi 29.000 kilómetros por hora, casi siete veces más rápido que una bala.
Debido a la velocidad y al volumen de la basura en la OTB, los expertos en el tema coinciden en que la chatarra espacial supone un riesgo para la seguridad de las personas y los bienes en el espacio y en la Tierra.
El catedrático de la Universidad de Málaga José Luis Torres, que ha coordinado junto a la profesora Anelí Bongers un proyecto sobre Economía del Espacio, alerta de estos riesgos: "Cualquier trozo mayor de un centímetro es potencialmente letal en caso de colisión con satélites operativos" de los que actualmente hay unos 6.000 en órbita.
El investigador Hugh Lewis, experto en basura espacial de la Universidad de Southampton (Inglaterra), ha calculado que el problema de la chatarra espacial "se ha subestimado" y que la cantidad de basura en órbita podría multiplicarse por 50 de aquí a 2100 en base a las operaciones previstas.
Al no contar con una regulación expresa, más allá de un tratado internacional de las Naciones Unidas de no obligado cumplimiento, "la basura espacial un ejemplo de lo que se denomina fallo de mercado, porque, al no existir derechos de propiedad nadie lo gestiona", indica Torres.
La atmósfera es un aliado útil para eliminar la basura espacial, ya que por debajo de los 480 kilómetros sobre la superficie, la mayoría de los objetos se desintegran de forma natural en la espesa atmósfera inferior y se queman en menos de 10 años.
Sin embargo, por encima de los 100 kilómetros, donde la atmósfera es más fina, ocurre lo contrario y los desechos se pierden en el espacio. Los investigadores expertos en basura espacial coinciden en que "no es responsabilidad de un solo país, sino de todos los países que navegan en el espacio", y en que su gestión es tanto un reto internacional a resolver como una oportunidad de preservar el entorno espacial para futuras misiones de exploración.
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