¿A quién no le ocurre que abre una red social con la intención de estar solo un momentito y acaba pasándose más de dos horas saltando de una cosa a otra? Es como comer pipas: casi imposible no terminarte la bolsa una vez que pruebas una. ¿Qué es lo que tiene Twitter, Instagram o TikTok para que sean tan adictivas? ¿Qué hay detrás de su diseño para que, una vez que entres, cueste tanto salir?
Desde luego, algo esconde para que sea tan difícil soltar el móvil. La mayoría abrimos nuestro celular, lo miramos un rato. Lo cerramos y lo volvemos a abrir para seguir buceando por las mismas redes sociales que hace solo unos minutos. Y eso lo hacemos varias veces al día.
Pero eso no ocurre porque sí. Si las redes sociales nos atrapan tanto es porque “están diseñadas para promover la repetición de su uso”, asegura Carolina Vidal, profesora asistente de psiquiatría y ciencias del comportamiento, de la Facultad de Medicina en la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos), al canal de televisión CNN.
Una de las principales razones por las que los usuarios de las redes sociales revisan repetidamente sus pantallas es por la ‘recompensa’ que puedan recibir, según el informe ‘Pathways: How digital design puts children at risk’ (‘Caminos: cómo el diseño digital pone en riesgo a los niños’), publicado por la fundación británica 5RightsFoundation, que ofrece algunas pistas sobre el tema. Son recompensas impredecibles. Uno nunca sabe si el próximo mensaje o notificación que reciba le hará sentirse bien. Algunas investigaciones han demostrado que la incertidumbre de cuándo se entregará una recompensa valiosa lleva a que un usuario visite cada vez más esa red social, a veces, de forma compulsiva.
Si hay algo que tienen todas en común es el ‘like’ o ‘me gusta’. Ese corazoncito con el que estamos diciendo al apretarlo que ‘apoyamos’ una foto, un video o el comentario que ha colgado anteriormente un usuario de una cuenta. "Los ‘likes’ han demostrado ser equivalentes al refuerzo del dinero o recompensas sociales", apunta Vidal.
Con las redes sociales se activan sustancias químicas en el cerebro y otras recompensas que hacen que se quiera más de lo que se está viendo. Son las mismas regiones del cerebro asociadas con la adicción a sustancias ilegales. "Las investigaciones muestran que las redes sociales y su enfoque en los 'me gusta' cuantificados, o las notificaciones frecuentes, parecen estar asociados con la activación de áreas en el cerebro que nos hacen no solo disfrutar de estas interacciones, sino biológicamente anhelar más de ellas", añade Mitch Prinstein, director científico de la Asociación Americana de Psicología.
Hay más cuestiones que las hacen altamente adictivas. Muchas notificaciones que envían las redes sociales están diseñadas para no revelar demasiado sobre el contenido. No muestran el mensaje completo o a quién exactamente le ha "gustado" una publicación, para mantener el suspenso hasta que el usuario pincha.
Cuando alguien utiliza una red social, la plataforma despliega todo tipo de estrategias para que siga en ella el mayor tiempo posible. ¿Cómo? Minimizando la necesidad de que los usuarios tomen decisiones activas y eliminando las distracciones que pueda tener.
Por si fuera poco, muchas redes sociales están configuradas para reproducirse o actualizarse automáticamente. Los videos comienzan sin que el usuario tenga que presionar ningún botón, vuelven al principio o pasan automáticamente a la siguiente publicación cuando llegan al final.
Además, las plataformas de redes sociales a menudo están diseñadas para maximizar la participación de quien se mete en ellas. Aparte de los ‘like’, envían notificaciones constantemente, permiten el desplazamiento de arriba hacia abajo para buscar más contenidos, los algoritmos utilizan los datos de los usuarios para ofrecerles aquello que les pueda interesar e, incluso, sugieren amistades o el seguimiento a alguien.
Las redes sociales han cambiado la forma de comunicarnos, de informarnos, de entretenernos, de estar, en definitiva, en el mundo. Para los millennials (aquellos nacidos con el cambio de siglo) o la Generación Z, la generación siguiente, constituyen la base de sus relaciones. Si quieren contactar con alguien, no lo hacen a la cara, sino que le piden su Instagram, TikTok o WhatsApp primero.
"La conexión humana es vital para la supervivencia. Estamos programados a lo largo de millones de años de evolución para conectarnos con otras personas", asegura Anna Lembke, profesora de psiquiatría y medicina de adicciones en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Y eso es algo que las grandes empresas que están detrás de las redes sociales conocen y por eso lo explotan. "Parte de la forma en que nuestros cerebros nos hacen hacer eso es liberando oxitocina, nuestra hormona del amor, que a su vez libera dopamina en la vía de recompensa, lo que hace que con la conexión uno se sienta bien", insiste.
Lembke explica que las redes sociales han eliminado el trabajo de cómo nos conectábamos antes con otros seres humanos, colocando ese esfuerzo en línea y agregando tres ingredientes principales: novedad, accesibilidad y cantidad, “lo que hace que hace que sea una droga muy potente”.
Desde hace unos años expertos en salud mental de distintos países están advirtiendo de que el consumo de redes sociales puede ser tan adictivo como la cocaína o al alcohol. Y sus efectos, igual de devastadores al arrastrar a cada vez más jóvenes a padecer trastornos mentales.
En mayo, el departamento de Salud Pública de Estados Unidos avisó del riesgo que para niños y adolescentes suponían las redes sociales, como antes se había hecho sobre el tabaco o el alcohol. Existen razones para esta preocupación. Más del 95% de los adolescentes entre 13 y 17 años de ese país confiesa utilizar alguna red social y más de un tercio admite hacerlo "casi constantemente".
Pero igual que hay leyes para controlar el consumo de tabaco y alcohol entre los jóvenes, estás no existen para el uso excesivo de las redes sociales. La responsabilidad recae en los padres y usuarios.
Lembke recomienda identificar aquella red social que más enganche a un joven y eliminarla durante cuatro semanas, como una especie de ayuno de dopamina. "No estamos diciendo que eliminemos todos los dispositivos y todas las redes sociales o incluso todos los medios, sino que identifiquemos los que son problemáticos y los eliminemos durante cuatro semanas, que es en promedio la cantidad de tiempo que lleva restablecer las vías de recompensa", explica Lembke.
También en España existe esa preocupación. En mayo pasado el ministro de Consumo, Alberto Garzón, se puso en contacto con los responsables de TikTok, META, Twitter, Youtube y Google+ para tratar los efectos y repercusiones que determinados aspectos del diseño de estas plataformas digitales están teniendo sobre la salud mental de la población, en especial de los más jóvenes. "No hablamos de un problema tecnológico, hablamos de un problema de diseño técnico de unas plataformas, de unas redes sociales, que están diseñadas específicamente para retenernos en el uso de esa aplicación tanto tiempo como sea posible", manifestó entonces el ministro.