Los fragmentos y los posibles restos humanos recuperados del sumergible Titan, a 4.000 metros de profundidad, ya están siendo analizados por los científicos norteamericanos y serán clave para aportar luz a la investigación. Hay muchos interrogantes abiertos, pero el trabajo de la Guardia Costera de Estados Unidos y de las autoridades canadienses ha aportado una serie de datos que permiten hacer un relato aproximado de lo que ocurrió en ese pequeño aparato submarino.
Una de las hipótesis la plantea el ingeniero, marino mercante y experto en submarinos, José Luis Martín. El español trabajó hace 30 años como jefe de máquinas en un submarino turístico para pasajeros y desde entonces este tipo de sumergibles se ha convertido en su pasión. Desde el día en el que Titan desapareció se dedicó a explicar las características técnicas del aparato, las posibilidades que había de localizarlo y las dificultades extremas del rescate.
Ahora, ha realizado un informe para NIUS en el que, basándose en los datos que se han hecho públicos a día de hoy, plantea la hipótesis más plausible de lo que ocurrió el domingo 18 de junio, 105 minutos después de que el Polar Price lanzara al submarino a las aguas del Atlántico Norte.
El documento, que se puede consultar aquí, comienza explicando cómo la estabilidad es el factor clave en el diseño de un submarino turístico y cómo el sistema de control de pesos permite que el aparato vaya realizando la inmersión en condiciones de seguridad (sin que se desestabilice).
“EL submarino avanzaba estable y en horizontal, pero durante la inmersión controlada del Titan tuvo que haber forzosamente un fallo eléctrico, el cual dejó al sumergible sin propulsión. Y al faltar esa propulsión, el peso de los pasajeros y el del piloto (unos 400 kilos), que estaban concentrados en la parte delantera cerca del ‘ojo de buey’, descompensó la estabilidad longitudinal”, explica José Luis Martín, que lo sitúa en torno a los 1.700 metros de profundidad.
Es el principio del fin. “En ese momento, el submarino cae de proa como una flecha hacia el fondo del mar, sin posibilidad alguna de maniobrar con los elementos de control y seguridad averiados. El piloto no pudo accionar la palanca de emergencia que soltaba bruscamente los lastres de plomo y que la compañía lo anunciaba pomposamente en uno de sus vídeos publicitarios”, asegura el ingeniero español, que después de ver la disposición y el protocolo de uso de aquella palanca, llegó a la conclusión de que no era un mecanismo adecuado para accionarse en una situación crítica.
El relato de Martín continúa. “Al caer hacia las profundidades del océano, el casco resistente se vio sometido a un súbito aumento de la presión (que no proporcional a la profundidad de cada momento) y entonces se produjo una fuerte compresión del recipiente donde estaban turistas y piloto”.
Y esto, ¿qué significa? Pues que al caer súbitamente, el Titan pasó de soportar una presión determinada a otra muy superior en pocos segundos. Y en esos casos, la contracción del casco del submarino no es gradual sino instantánea.
Así lo explica Martín. “Dentro del Titán se produjo una contracción instantánea del casco resistente, lo que le supuso una pérdida de volumen del orden del 70% al 80%. En esas condiciones y a esas profundidades la súbita contracción del casco supuso a su vez una disminución del ‘empuje’, por lo que el Titan en su continua caída era cada vez más pesado”. Ese caída como "una piedra" se alarga durante unos ochocientos metros.
Y es en ese punto, a unos 2.500 o 2.700 metros de profundidad, cuando ocurre la tragedia: “El casco sufrió una contracción instantánea que no fue acompañada por el material del ojo de buey, que era de otra naturaleza, y al no haber similitud de la deformación se produjo la micro fisura que permitió la entrada de agua a una presión tal que generó la implosión instantánea”.
Es el final de la hipótesis del experto José Luis Martín. La implosión provocó la muerte inmediata de los cinco tripulantes del Titan. “Es como cuando pinchas un globo”, explica muy gráficamente el marino mercante. Los restos acabaron esparcidos a casi 4.000 metros de profundidad, muy cerca del Titanic, el ‘buque de los sueños’ que pretendían ver.
Mientras tanto, las investigaciones oficiales continúan y lo hacen a varias bandas:
Los restos humanos encontrados por el Horizon Artic, serán analizados en Estados Unidos. Lo anunciaba la Guardia Costera. “Tras consultar con los organismos de investigación internacionales asociados, la Junta de Investigación Marina tiene la intención de transportar las pruebas a bordo de una embarcación de la Guardia Costera estadounidense a un puerto de Estados Unidos, donde la Junta Marina de Investigación (MBI) podrá realizar análisis y pruebas adicionales. Profesionales médicos estadounidenses realizarán un análisis formal de los presuntos restos humanos que se han recuperado cuidadosamente entre los restos del naufragio en el lugar del siniestro”.