¿Qué creen que es más fácil, explorar la Luna o explorar las profundidades del océano? ¿Es más arriesgada una misión a Marte o a los fondos marinos más profundos? Probablemente piensen que es más complejo y arriesgado ir al espacio. Pero la realidad es más bien la contraria. “Es muchísimo más compleja la exploración submarina que ir al espacio. Pero esto es un tema muy desconocido para el público general”.
Habla Antonio Crucelaegui, director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales de la UPM. En declaraciones a NIUS, explica que entre el fondo marino y el espacio hay más relación de la que parece. Y que crisis como esta del submarino TItan, al margen de la tragedia que suponen, son una fuente de aprendizaje de cara a futuras misiones. “Tecnológicamente es muy interesante todo lo que está ocurriendo, tanto para la exploración espacial como la submarina”.
Explica este experto que, ahora mismo, todas las grandes potencias están muy pendientes de esta expedición fallida, “porque muchos de los descubrimientos y de las pruebas que se hacen en el mundo submarino van a ser utilizadas después para la conquista del espacio, y son importantes también para la propia conquista del mundo submarino”.
Crucelaegui insiste mucho en una idea: “Aunque los dos medios son muy hostiles, el fondo marino es muchísimo más hostil que el espacio. Pero muchísimo más”. ¿Por qué? Porque hay dos factores que son muy distintos en el mar y en el espacio: la presión y la falta de luz. Otros problemas que pueden surgir, en cambio, son muy similares en ambos mundos: la falta de oxígeno, el frío, el fallo en las comunicaciones…
“En la profundidad marina estás a oscuras, a ciegas por completo, en el espacio no”, explica Crucelaegui. Y “psicológicamente esto es muy importante”. No es fácil mantener la calma, si hay problemas, estando en completa oscuridad. Y mantener la calma es básico, por ejemplo, para poder dosificar el oxígeno que hay en el interior del submarino: respirando tranquilo se consume menos que al respirar agitado.
Pero hay un tema crucial, que es la diferencia de presión entre el interior y el exterior del submarino, o la nave espacial, en su caso. Y no tienen nada que ver en uno y en otra, según explica el experto naval. “El problema de la presión es muchísimo peor en profundidad marina que en el espacio”.
La presión en la atmósfera no es igual en todas partes. Fundamentalmente depende de la altura a la que estemos. Es más alta cuanto más cerca estemos del nivel del mar. Porque depende del peso del aire que queda por encima. Por eso, como las cabinas de los aviones, los submarinos o las naves espaciales también están presurizados. Porque cuanto más asciendes sobre el nivel del mar, más desciende la concentración de oxígeno. Se presurizan para mantener una presión parecida. “Dentro, tienes una presión atmosférica similar a la que tienes aquí, en la superficie terrestre”. La presión del aire al nivel del mar es de 1 atmósfera.
A unos 10.000 metros de altitud, que es a la que suelen volar los aviones, “no hay casi presión”, explica Crucelaegui. Y en el interior del avión, la presión es de entre 0,81-0,75 atmósferas. Es decir, dentro es ligeramente inferior a 1, pero bastante similar.
Si subimos más, al espacio, “tendrás una presión atmosférica de 0, o casi 0. Fuera del cohete no tienes presión y dentro tienes 1 atmósfera, porque la nave está presurizada. Pero la diferencia es como mucho de 1 atmósfera”. Es decir, estamos hablando de una diferencia pequeña. “Te mueves entre 0 y 1”.
Pero en un submarino, la cosa cambia. Y mucho. Los niveles de presión son enormes a medida que se desciende. Según la NOAA, por cada 10 metros que se desciende bajo la superficie del océano, la presión aumenta en 1 atmósfera. El destino del submarino desaparecido eran los restos del Titanic, a 3.800 metros de profundidad. “Dentro del submarino estarían a 1 atmósfera de presión y fuera a 400. La diferencia entre dentro y fuera es bestial. Cualquier cosa que pase, te aplasta”, asegura Crucelaegui.
Hasta ahora hemos hablado de las condiciones que hacen diferente, y más compleja, la exploración de las profundidades marinas con respecto a la del espacio. Pero también hay muchas similitudes entre ambas. Problemas como la hipoxia (la falta de oxígeno) o la hipotermia pueden ser parecidos. En ambos casos “interesa ver cómo reacciona el cuerpo humano, cómo se comporta en situaciones extremas”.
En este caso, apunta que “es posible que los tripulantes del submarino mueran antes por hipotermia que por hipoxia”. ¿Por qué? Porque “en el fondo del mar puedes estar a 2 grados bajo cero, fácilmente”. La temperatura en las profundidades del océano oscila entre 0 y 3 grados.
Por eso, y a pesar de la capa aislante que supone el propio submarino, si hay algún problema y se pierde el control del aparato, “tarde o temprano va bajando la temperatura, si pasan los días. En dos o tres días, eso puede estar a 4 o 5 grados de temperatura. Por mucho oxígeno que te quede, empiezas a tener escalofríos, desorientación, y una serie de síntomas hasta la pérdida de conocimiento”.
Y eso, que puede ocurrir en el fondo del mar, “puede ocurrir igual en el espacio”, advierte, donde “la temperatura es muy baja también”. Para un astronauta que orbita alrededor de la Tierra, la temperatura puede variar de forma brusca en cuestión de segundos, dependiendo de que se encuentre en la cara iluminada por el Sol, donde se pueden alcanzar hasta los 122 grados centígrados, o protegido por la sombra de nuestro planeta, donde la temperatura puede llegar hasta los 180 grados bajo cero. Si hay cualquier problema, puede ser fatal.
Sabiendo todo esto, si algo sale mal, las condiciones de aislamiento y de falta de ayuda pueden ser similares en el espacio y en las profundidades del mar. Por eso, “aun siendo mucho más compleja la exploración de los océanos, tanto en el espacio como en el mar se necesita duplicidad, y sistemas redundantes, para poder hacer frente a posibles incidencias de todo tipo”, advierte el experto naval.
Y se refiere, por ejemplo, al sistema de comunicaciones. “Si falla, entra en funcionamiento otro, y si ése también falla, hay otro”. Eso es lo habitual, que haya varias opciones si una falla. “Es lo que se llaman sistemas redundantes, que son necesarios. Para no perder la comunicación, tienes que tener varios sistemas de comunicaciones, tanto en el espacio como en el océano. Y este submarino, por ejemplo, no los tenía”, explica.
Porque hay algo que también comparten espacio y profundidad submarina: si ocurre un accidente, no hay capacidad de respuesta ni de ayuda en corto espacio de tiempo. Tanto en una nave espacial como en un submarino, los tripulantes están aislados y han de valerse por sí mismos para resolver el problema hasta que les llegue ayuda. Si es que les llega.
Crucelaegui compara la complejidad de estas situaciones con un accidente en una central nuclear, por ejemplo, en el que siempre tienes la posibilidad de recibir ayuda, dice, por muy grave que sea.
“Si ocurre algo en una central nuclear, en menos de 12 horas está allí el mayor experto aunque venga desde el otro lado del mundo, y los mejores técnicos. Si hay un accidente en medio del océano, en las profundidades submarinas, eso es imposible. Y si es en el espacio, ocurre algo parecido. El tiempo de respuesta para poder acceder con medios y personal cualificado no tiene nada que ver si el accidente ocurre en tierra firme que si ocurre en el espacio o en el medio submarino”.
Por eso, este experto insiste. “Necesitas sistemas redundantes y protocolos de actuación para cualquier fallo, porque en esos medios, con que haya un sólo fallo, mueres. Te juegas la vida. Si ocurre un accidente en un submarino, por pequeño que sea, te quedas ahí”. En ese sentido, Crucelaegui asegura: “Es mucho más fácil recuperar una nave espacial que un sumergible como este”.
Es por todo esto por lo que la exploración de las profundidades del mar es tan limitada. Tanto o más que la del espacio. Crucelaegui recuerda que hay 12 astronautas que han pasado un total de 300 horas en la superficie lunar, pero solo 3 personas han pasado apenas tres horas en las fosas submarinas más profundas.
Y aporta otro dato, que da idea de la complejidad del asunto. “Hay 18 países en el mundo capaces de enviar satélites al espacio, pero solo hay 9, entre ellos España, capaces de diseñar y fabricar un submarino”. En relación con esto, explica que actualmente, se está construyendo en nuestro país, “con diseño propio y tecnología española, un submarino que, después de los nucleares, va a ser el más moderno y potente del mundo”. Porque “a pesar de ser un país pequeño, en el tema naval somos una autoridad, lo hemos sido desde hace 4 siglos”, recuerda el experto.
Confiesa que las relaciones entre el sector naval español y la NASA son fluidas, y que unos y otros están “muy pendientes” del desenlace de esta expedición frustrada en el Atlántico.
La NASA lleva años investigando materiales que resistan la presión de bajar a más de 3.000 metros, para poder crear submarinos y estructuras resistentes. “Los de este submarino eran titanio y fibra de carbono, pero es una tecnología experimental. Ahora, estarán aprendiendo de esto, para ver qué problemas hay", explica Crucelaegui. "Esta crisis les va a enseñar mucho, para poder aplicar esa misma tecnología a las naves espaciales. Pero todos estamos aprendiendo de esto”.
Porque explica que, en el fondo, lo que hay detrás es “una carrera contrarreloj de las superpotencias por controlar los fondos marinos”. ¿La misma carrera que libran por controlar el espacio? “La misma”. Son dos carreras en paralelo, explica, y “están muy relacionadas”.