Comer, pensar, sentir: cómo la microbiota mejora la conducta y el aprendizaje en niños con trastornos del desarrollo

  • Lo ha constatado un estudio realizado por la Fundación Querer: “El eje intestino cerebro funciona, y mejora la condición de los niños”

  • Casi todos los niños con trastornos del neurodesarrollo que participaron tenían también trastornos digestivos de base, sobre todo estreñimiento

  • "Los niños con trastornos del neurodesarrollo necesitan un abordaje nutricional y de su microbiota específico: hemos visto que esto tiene impacto en su salud general"

¿Puede un probiótico mejorar el lenguaje, la conducta, el aprendizaje y la permeabilidad intestinal de niños con alteraciones del neurodesarrollo? Es la pregunta que se plantearon, hace un par de años, los autores de este estudio, cuyos resultados preliminares acaban de ser presentados esta semana en las Jornadas Neurocientíficas y Educativas de la Fundación Querer. Suya fue la iniciativa de hacerlo.

El estudio duró cinco meses. Y lo que vieron es que sí, que actuar sobre la microbiota de estos pequeños puede mejorar algunas de esas cosas, y de forma importante. “Las mayores mejoras en esos cinco meses fueron a nivel de problemas conductuales y emocionales”, explica María José Gómez, coordinadora del estudio y directora médica y científica de Cantabria Labs. “El eje intestino-cerebro funciona, y mejora la condición de los niños”.

De ahí que genetistas y nutricionistas ya estén trabajando mano a mano en estos temas. En este estudio, pionero en España, se elaboró un probiótico específico para estos niños. Lo hizo el equipo del doctor Pablo Lapunzina, que además de genetista es pediatra. “Igual que tienes que tener un diagnóstico genético bien identificado, todos los niños con trastornos del neurodesarrollo necesitan un abordaje nutricional y de su microbiota específico. Porque hemos visto que esto tiene impacto en su salud general”, asegura a NIUS.

La microbiota de los primeros 1.000 días es clave

El impacto de la microbiota en la salud (física y mental) es uno de los temas más estudiados en los últimos años. Y hay médicos que llevan décadas trabajando en ello. Es el caso de otra pediatra, la argentina Ingrid Gerold, que lleva 15 años estudiando estos microorganismos y constatando su importancia a diario, en los niños que acuden a su consulta. Advierte que la microbiota juega un papel clave en los primeros 1.000 días de vida de una persona.

“Son una ventana de oportunidad. Desde el inicio del embarazo hasta los 2 años de vida, podemos provocar grandes cambios a través de una microbiota sana: modificar la inmunidad, prevenir alergias y favorecer el buen neurodesarrollo del niño”, advierte en entrevista con NIUS. Gerold, que también ha participado en las jornadas de la Fundación Querer, recuerda por ejemplo que “hay una alta incidencia entre una microbiota con disbiosis y el trastorno del espectro autista (TEA)”.

Niños rurales: mejor alimentación, mejor microbiota

El estudio realizado por la Fundación Querer tenía como objetivo comprobar “si, sabiendo que la microbiota y la permeabilidad intestinal desempeñan un papel en la fisiopatología, puede haber posibilidades de un tratamiento mediante la intervención en la microbiota intestinal”. Es decir, si se puede intervenir para equilibrarla y qué mejoras conllevaría a nivel terapéutico.

Participaron 75 niños con trastornos del neurodesarrollo de varios colegios de Madrid, Burgos y Pamplona. Tanto de zonas urbanas como rurales. Y esto es importante, porque aunque todos tenían alterada su microbiota, no de la misma forma. Pudieron constatar "diferencias significativas" entre la microbiota de los que vivían en zona rural y los de la urbana, sobre todo en la protectora.

“En la microbiota que estabiliza el intestino y regula sus funciones, vimos diferencias enormes en una de las bacterias, que salía alterada en los niños de zona urbanas, y en los rurales no”, explica María José Gómez. Los autores se plantearon si factores como la alimentación o la contaminación podían influir en esto. Y comprobaron que sí.

“El porcentaje de niños con disbiosis (desequilibrios en la microbiota) en las zonas rurales es menor que en el ámbito urbano. Y los hábitos alimenticios pueden estar relacionados con estas diferencias”, apunta Gómez. “Vimos que había diferencia en el consumo de leche, pan o en fruta entre los niños del medio rural y el urbano. En el rural se comen más. En cambio, las carnes y pescados se consumen más en las zonas urbanas”.

Reducción "alarmante" del consumo de fibra

Hoy sabemos que en la composición de la microbiota influye desde la gestación, el tipo de parto, la dieta de la madre en el embarazo y la de los primeros años de vida, hasta los hábitos de la persona, y factores ambientales como el estrés o la contaminación. Y que alteraciones en esa microbiota pueden desencadenar asma, alergias, diabetes...

El eje intestino-cerebro funciona, decía Gómez. Gerold recuerda que “el 90% de la serotonina (hormona de la felicidad) y el 50% de la dopamina (hormona del placer) se producen en intestino. De hecho, los orientales hablan del intestino como el segundo cerebro. Yo incluso diría que es el primero”, apunta. “La gente que tiene una microbiota saludable es gente más alegre y con más energía”. Además de más sana, claro.

Y los primeros dos años de vida son clave para ello, insiste esta pediatra. Son “la impronta” que marcará la salud física y mental de ese bebé, de esa persona. “La primera siembra de bacterias en el bebé es el parto vaginal. La segunda, la lactancia. La tercera, el inicio de la alimentación complementaria, en torno al sexto mes de vida”, explica. Pero advierte: “La microbiota actual está debilitada”, por nuestro estilo de vida y por la alimentación basada en ultraprocesados.

Es alarmante el menor consumo de fibra que tenemos. Y la fibra es el sustrato que les da de comer a esos microorganismos”, explica. "Al no tener ese sustrato, las bacterias se ven obligadas a alimentarse del mucus que recubre el epitelio intestinal, que es rico en glicoproteínas y es el que hace que el intestino sea menos permeable”. Si las bacterias de nuestra microbiota se lo comen, porque no les llega suficiente fibra, “será más permeable”, tanto para alérgenos como para otras bacterias, por ejemplo.

Trastornos digestivos en casi todos

Esto es algo que constataron en el estudio del que les estamos hablando. Un dato importante es que casi todos los niños con trastornos del neurodesarrollo que participaron tenían también trastornos digestivos de base, sobre todo estreñimiento. Se les tomaron muestras fecales antes y después de tomar el probiótico, o el placebo. ¿Por qué?

“No hace falta hacer siempre un estudio genético de la microbiota, con ver la materia fecal ya sabes cuál es saludable y cual no. Los gastroenterólogos usan para ello una herramienta: la Escala de Bristol. Yo miro el pañal de los bebés en mi consulta y ya sé si le pasa algo o no”, explica Gerold.

Las heces de los niños del estudio que tomaron el probiótico no eran las mismas, antes y después. “A nivel intestinal, la microbiota ayuda al intestino a regularse. Y si eso mejora, vas a mejorar tus capacidades de concentración o atención, por ejemplo, tus capacidades cognitivas”, asegura Gómez. Lo constataron en la evaluación neurocognitiva que les hicieron, antes y después, a todos los niños, a los que recibieron el probiótico y a los que recibieron el placebo.

Mejora en la microbiota, mejora "emocional y conductual"

El estudio aún no ha terminado, pero ya tienen conclusiones preliminares. “Los resultados del inicio son bastante similares en los dos grupos. Pero después, en los que recibieron el placebo se ve mucha menos mejoría”, explica Gómez.

En los que recibieron el probiótico, tras tomarlo cinco meses, vieron “diferencias en algunas bacterias y normalización de esa microbiota (alterada) que tenían al inicio”. Y eso repercutió en su salud física y mental. “Vimos muchos más cambios en la microbiota de los niños que lo recibieron que en los que no”. ¿De qué tipo? “Mejoras a nivel emocional y conductual, sobre todo”.  

“Esto no va a curar sus enfermedades de base, pero sí les va a mejorar su salud general, para que su actitud hacia el aprendizaje sea bastante mejor”, comenta Lapunzina, que es coordinador del Instituto de Genética Médica y Molecular del Hospital Universitario La Paz y Director Científico del CIBERER.

“Las bacterias tienen su propio genoma. Existe una genética de la microbiología, de las bacterias, que tiene un impacto brutal en la salud”, explica el científico. Por eso, es importante “conocer la base genética del paciente y de su microbiota”. Y poder tratarlas en paralelo.

Como experto en enfermedades raras, le preguntamos: ¿Tiene sentido plantearse intervenir a través de la microbiota en esos casos? “Sin duda”, asegura tajante. Y explica que ya se están empezando a hacer algunos trasplantes de microbiota, en ese sentido.

“Es bastante probable que, en el futuro, a los pacientes que tengan trastornos del neurodesarrollo y tengan mejoras en aspectos intestinales, se pueda identificar qué bacterias promueven esa mejoría y poder dárselas, o trasplantárselas”, apunta el científico.