Hace 20 años que no toco un videojuego, el metaverso no me atrae. Con estas premisas me dispongo a experimentar en el Meta Worl Congress, que se celebra en La Nave de Madrid, de una experiencia cinco sentidos: Alvearium. Todo un reto.
Lo primero que me colocan es una chaqueta háptica, llena de sensores capaces de simular sensaciones táctiles gracias a impulsos eléctricos: un golpe, un abrazo, un disparo de un videojuego. Y para ello hay que calibrarlo, con el aguante personal de cada uno. La chaqueta, ideada por una empresa malagueña OWO Game es una de las grandes atracciones del congreso y ya han recibido pedidos de todo el mundo.
En cuanto estoy uniformada, me colocan unos cascos con sonido binaural, me dan los mandos y unas gafas de realidad virtual. El cuarto sentido, el del olfato también lo cuidan con Olorama, un dispensador que parece un ventilador. Empieza la experiencia.
Nos internamos en la Casa de Fieras de El Retiro y de repente huele a limpio, a naturaleza… Al fondo, vemos un oso y de repente, aparece Pizarro, una elefanta legendaria que se escapó el 6 de abril de 1865 de su encierro y se coló en una panadería, donde se comió todas las barras de pan… Pizarro me saluda poniéndose patas arriba y la chaqueta háptica nos dá una buena descarga. No falta el grito, claro.
Después otro susto. Tremendo, casi caemos al vacío metavérsico, pero no. Acabamos encaramados a una pasarela elevada desde la que vemos Madrid, la Puerta de Alcalá… En nada terminan nuestros cuatro minutos en el metaverso y aparecemos en un bar.
¿Tortilla con cebolla o sin cebolla? Pues con cebolla, claro. La primera tortilla pedida en el metaverso aparece en la realidad para cuidar del quinto sentido: el gusto. Aprueba con nota la tortilla y la experiencia.
El organizador del Meta Worl Congress, Santiago Álvarez, termina de convencerme: “Lo bonito que tiene el metaverso es que no va a tener límites. No existe el tiempo, no existe la geolocalización…Podemos estar donde queramos, cuando queramos”. Yo este verano me pido Bali.