Se llama Rebyota, y es el primer biofármaco elaborado a partir de heces, de microbiota fecal, aprobado por la FDA. Lo autorizó hace unos días, para el tratamiento de las infecciones recurrentes por la bacteria Clostridioides difficile (CDI) en casos en que los antibióticos se hayan mostrado ineficaces. Se administra por vía rectal en una dosis única.
Es un “hito importante”, destaca la agencia, porque se trata del primer fármaco de este tipo. Basado en heces. Pero parte de algo que ya se hace desde algún tiempo, los trasplantes de heces. Cada vez se habla más de ello: de la donación de heces, los trasplantes y autotrasplantes de microbiota fecal, de los bancos de heces. La relación las heces y la salud es cada vez más evidente.
El trasplante de microbiota fecal, por ejemplo, “ha demostrado ser una estrategia terapéutica prometedora”. Consiste “en el reemplazo de la microbiota intestinal de un receptor enfermo con material fecal de un donante sano”. Lo explica el microbiólogo Raúl Rivas en este artículo que se acaba de publicar. Puede sonar poco atractivo, pero las heces abren muchas posibilidades terapéuticas en el futuro.
Para entenderlo, hay que empezar entendiendo qué es la microbiota y qué papel juega en nuestro organismo. Lo explica bien la microbióloga María Teresa Tejedor. “Se llama microbiota al conjunto de microorganismos existentes en un ser vivo o en un nicho ecológico concreto. Varía en función de numerosos factores: edad, dieta, estilo de vida e incluso el lugar en el que vive. Su composición se modifica continuamente y eso influye en la salud del hospedador”, es decir, de la persona. Nuestra microbiota juega un papel esencial en nuestra salud.
“Tu salud depende de tus microbios. Una buena microbiota es sinónimo de una buena salud”, explica Ignacio López Goñi en su libro "Microbiota: los microbios de tu organismo". El microbiólogo navarro se refiere a ella como “esa comunidad de microorganismos buenos que viven en nuestro cuerpo, gracias a los cuales podemos incluso disfrutar de una salud de hierro”. Y esos millones de microorganismos buenos “son parte de nuestra identidad: los microbios que tú tienes son distintos de los de otra persona”.
“Más del 98 % de los microorganismos que habitan en los humanos residen en el tracto gastrointestinal”, explica Rivas. Pero la microbiota intestinal es distinta en cada persona. En su composición influye desde la forma en que se nace (parto o cesárea) o la alimentación infantil, hasta la genética o el estilo de vida. Y es muy importante que esa microbiota esté equilibrada. Pero puede alterarse por muchos factores.
La dieta, el estilo de vida, los contaminantes químicos a los que nos exponemos, las infecciones o el consumo de antibióticos pueden alterar ese equilibrio entre los microorganismos de nuestra microbiota. Y entonces, podemos enfermar. Aparecen infecciones, obesidad, diabetes o trastornos cardiovasculares, entre otras cosas. “Si no nos cuidamos, no podemos culpar a nuestros microorganismos por no funcionar adecuadamente”, advierte Tejedor. Hay estudios que relacionan la microbiota con el alzhéimer o la depresión. Y se estudia también si puede estar jugando algún papel en la covid grave.
Una de las cosas que ya se sabe es que, tras tratamientos prolongados con antibióticos, la composición de la microbiota intestinal se altera seriamente. Tanto que, en algunos casos, sólo se puede restaurar reintroduciendo una población sana de microorganismos. Es decir, haciendo un trasplante de microbiota fecal: un trasplante de heces.
En el trasplante fecal, “las heces derivadas de donantes seleccionados deben ser procesadas y preparadas antes de trasplantarlas al receptor”, explica Rivas. Porque “el tratamiento no está exento de riesgos. Al estar fabricado a partir de materia fecal humana, puede conllevar el riesgo de transmitir agentes infecciosos”.
Este tipo de trasplantes se realizan desde hace años. En 2012, comenzaron a aparecer los primeros biobancos de heces de donantes sanos. Pero “no todo son ventajas”, advierte el microbiólogo Manuel Sánchez Angulo en este artículo. “Uno de los problemas es que los excrementos deben provenir de un donante sano. Otro es que deben ser analizados y procesados para asegurarse de que no presentan microorganismos potencialmente patógenos. Y por si fuera poco, cada donante tiene su propia microbiota, por lo que la variabilidad es enorme”.
De ahí que, en los últimos años, haya surgido una alternativa de la que cada vez se habla más: los autotransplantes de heces. “Se trataría de hacer algo parecido a los bancos en los que se guarda el cordón umbilical. Es decir, extraer una muestra de microbiota intestinal cuando somos adultos sanos y conservarla, por si surgen problemas en el futuro”, explica Tejedor.
Es una vía que abre muchas posibilidades terapéuticas, pero que todavía está en estudio. Falta evidencia científica al respecto. Pero, hace unos meses, científicos de la Escuela de Medicina de Harvard publicaban un artículo apostando por ella. Proponen “rejuvenecer” la flora intestinal con nuestras propias bacterias fecales criogenizadas.
Porque lo explicábamos antes. Con la edad, van apareciendo enfermedades relacionadas con alteraciones de la microbiota intestinal. La idea del autotrasplante es congelar nuestras heces cuando estamos sanos, para poder trasplantarnos esos ‘microbios buenos’ contenidos en ellas cuando seamos mayores o estemos enfermos.
Rosa del Campo, investigadora en el Hospital Ramón y Cajal y miembro del Grupo Especializado para el Estudio de la Microbiota Humana de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC-GEMBIOTA), hablaba con NIUS entonces y ponía un ejemplo de su posible utilidad a futuro. Estos tratamientos podrían ayudar a pacientes "que se han sometido a quimioterapia. Se recuperarían más rápido con la microbiota que han guardado".
En su hospital ya están aplicando esta técnica de forma experimental, ensayándola en personas que se van a someter a un trasplante de riñón: "Sabemos que luego van a tener un tratamiento inmunosupresor para que no rechacen el órgano. Y este tratamiento provoca muchísima diarrea. Hace un par de años el servicio de nefrología nos preguntó: ¿Qué pasaría si congelamos las heces de estas personas mientras esperan el órgano, y cuando se les trasplanta les damos sus propias bacterias, que se las coman en pastillas? Empezamos a hacerlo y, aunque aún estamos estudiando el efecto en el ensayo clínico, parece que funciona", aseguraba.
Del Campo se mostraba favorable a almacenar la microbiota de personas que saben que van a someterse a un tratamiento muy agresivo con el sistema digestivo. “Antes de ello, sí que veo muy útil tener almacenadas sus heces, extraídas sus bacterias... Para que, cuando terminen el tratamiento, se puedan recuperar más rápido".
Los científicos de Harvard que defienden los autotrasplantes aseguran, además, que “existe un mayor potencial para el almacenamiento de heces, la probabilidad de usar muestras de heces es mucho mayor que para la sangre del cordón umbilical". "La idea de reconstruir el microbioma humano ha despegado en los últimos años y ha sido muy debatida desde las perspectivas médica, ética y evolutiva", explica en el artículo Yang-Yu Liu, profesor asociado de medicina en Harvard.
En España ya hay dos bancos de heces: en el Hospital Universitario de Bellvitge y en el Hospital Universitario Gregorio Marañón. Pero de momento, el trasplante fecal está muy limitado. Sólo está indicado en infecciones de Clostridioides difficile (CDI), esa bacteria para la que ahora se ha aprobado el biofármaco Rebyota.
La CDI es una de las bacterias más resistente a los antibióticos y provoca diarreas muy graves, potencialmente mortales. Puede causar “inflamación del colon y diarrea mortal y se estima que el impacto en la salud pública es muy significativo”, advierte Raúl Rivas.
La FDA asegura que, sólo en EE.UU., esta bacteria se asocia con 15.000-30.000 muertes al año. Ahora, acaba de autorizar Rebyota para los casos de infecciones recurrentes porque “el riesgo de recurrencia aumenta con cada infección y las opciones de tratamiento para la CDI recurrente son limitadas”. Esta nueva terapia fecal “facilita la restauración de la flora intestinal para prevenir nuevos episodios de CDI”.
El microbiólogo Manuel Sánchez Angulo cree que esto abre una nueva vía terapéutica que va mucho más allá de esta infección en concreto, y que en el futuro podemos ver algo similar para otras, o para ciertos trastornos metabólicos. “Con la aparición de este tipo de biofármacos deberíamos empezar a hablar de terapia por reemplazo de microbiota, en lugar de trasplantes fecales. Rebyota es el primer medicamento de este tipo, pero probablemente no será el último”.