Los investigadores compararon cada fragmento de ADN con extensas bibliotecas de ADN recogido de animales, plantas y microorganismos actuales. Comenzó a formarse una imagen del ADN de árboles, arbustos, aves, animales y microorganismos.
El descubrimiento ha sido realizado por un equipo de científicos dirigido por Eske Willerslev y Kurt H. Kjaer. El profesor Willerslev es miembro del St John's College de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y director del Centro de Geogenética de la Fundación Lundbeck de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), donde también trabaja el profesor Kjaer, experto en geología.
Algunos de los fragmentos de ADN eran fáciles de clasificar como predecesores de especies actuales, otros sólo podían relacionarse a nivel de género y algunos procedían de especies imposibles de ubicar en las bibliotecas de ADN de animales, plantas y microorganismos que aún viven en el siglo XXI.
"No ha sido hasta que se ha desarrollado una nueva generación de equipos de extracción y secuenciación de ADN que hemos podido localizar e identificar fragmentos de ADN extremadamente pequeños y dañados en las muestras de sedimentos --prosigue el profesor Kjaer--. Esto significó que por fin pudimos cartografiar un ecosistema de dos millones de años de antigüedad".
"Uno de los factores clave aquí es hasta qué punto las especies podrán adaptarse al cambio de condiciones derivado de un aumento significativo de la temperatura --prosigue--. Los datos sugieren que pueden evolucionar y adaptarse a temperaturas muy variables más especies de lo que se pensaba, pero, sobre todo, estos resultados muestran que necesitan tiempo para hacerlo".
Ahora se espera que algunos de los "trucos" del ADN vegetal de dos millones de años de antigüedad descubierto puedan utilizarse para ayudar a que algunas especies en peligro de extinción sean más resistentes al calentamiento del clima.
"Si podemos empezar a explorar el ADN antiguo en granos de arcilla de África, es posible que podamos reunir información pionera sobre el origen de muchas especies diferentes -quizás incluso nuevos conocimientos sobre los primeros humanos y sus antepasados- las posibilidades son infinitas", concluye.