El caso Hans Niemann y Simona Halep: la mentira para lograr el éxito, ¿patología o narcisismo?
La conducta de los mentirosos compulsivos se denomina pseudología fantástica, mitomanía o mentira patológica , según explica la psiquiatra María Soledad Humbert
Deportistas, músicos y políticos que mienten para llegar a la gloria o a lo más alto del reconocimiento social, entre el narcisimo, la necesidad imperiosa de ser admirado u otros beneficios
La frase de Andy Wharhol: “En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos. Todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria”
Vivimos en la época de la posverdad, de la mentira, de la copia, el bulo, del todo para llegar a la fama, ese estatus que proporciona, además de dinero, una satisfacción que apunta directamente al ego, cuando llega el reconocimiento social tan ansiado. Unos la han alcanzado por sus logros en el deporte o en el campo del arte, la Ciencia o en la Política. Otros, sencillamente mintiendo y engañando.
El caso del ajedrecista Hans Niemann, acusado de hace trampas en más de 100 partidas en línea y más recientemente el de la tenista, exnúmero 1 del mundo, Simona Halep, dopada con una sustancia que aumenta su rendimiento, ha recordado a estos personajes que buscan el pedestal a cualquier precio. Al parecer, según la psiquiatra María Soledad Humbert, "la mentira es algo habitual en nuestra cotidianidad".
Hay personas que mienten de una forma enfermiza. La conducta de esta persona se denomina pseudología fantástica, mitomanía o mentira patológica y para el individuo que la realiza “mentiroso compulsivo
Por los 15 minutos de gloria, que decía Andy Warhol, hay gente que mataría. Quizá eso sea un extremo, pero sí parecen dispuestos a cualquier cosa: Así lo demuestran los cientos de mentirosos que han llenado páginas y levantado polémicas.
En el mundo del deporte, las sombras de la duda sobre Hans Niemann, que “probablemente recibió ayuda ilegal en más de 100 partidas en línea, desde 2020”, incluso en torneos con premios en metálico, es uno más entre muchos.
En el mundo de la política hay personajes, que dicen falsedades, inflan sus currículos o manipulan información sin que les tiemble la voz, porque como explica la psiquiatra María Soledad Humbert, del Centro Médico Teknon, en Barcelona , "hay personas que mienten de forma compulsiva" y otros que usan la mentira de forma "claramente instrumental, como cuando se utiliza "para obtener un beneficio inmediato."
El ciclista más famoso del mundo, Lance Amstrong, pasó a ser en unos pocos años en el más tramposo, tras conocerse que se puso de todo para pedalear más rápido que nadie y ganar siete Tour de Francia.
Además de EPO, que sí fue probado, se sospechó que usó un pequeño motor para complementar su pedalada y aventajar a sus rivales. Antes de él, fueron Andrés Agassi, que ganó ocho Grand Slam, a base de buen tenis y mucha metanfetamina; la patinadora Tonya Harding que junto a su marido organizó una agresión física contra su principal rival para aligerarse el camino y más recientemente la tenista Simona Halep.
Para esta especialista "hay personas que mienten de una forma enfermiza. La conducta de esta persona se denomina pseudología fantástica, mitomanía o mentira patológica y para el individuo que la realiza “mentiroso compulsivo”. Para ello cita al psicólogo estadounidense Granville Stanley Hall que, en un experimento que recoge la literatura médica, concluyó que "las mentiras pueden comenzar con los objetivos de atraer la atención, la emoción o una ganancia material", pero "los mentirosos patológicos pueden, en cierto sentido, perderse en sus mentiras y seguir con otras" sin incentivos obvios."
"La mentira es habitual en nuestra cotidianidad"
Humbert admite que "la mentira es habitual en nuestra cotidianidad e incluso sí lo analizamos un poco más en la propia naturaleza, aunque distingue entre "las mentiras defensivas", también llamadas piadosas, que "todos las hemos utilizado para evitar las consecuencias de decir la verdad" y "las patológicas o mitomanía" que sería "como una habituación a la mentira", cuando se miente sin "una ganancia personal obvia (al menos aparente)."
Todos los que cometieron ilegalidades, engañaron, hicieron trampas, aseguran que tuvieron alguna razón: Amstrong porque tenía cáncer y quería ganar todo antes de morir, otros lo hicieron para ser buenos en algo ante los ojos de sus padres; otros por dinero e incluso, algunos por salir en la televisión, por la inmortalidad. ¿por qué tantos quieren llevar el anillo, a pesar de la carga que conlleva?
El psicólogo de la Universidad de Arizona, Jeffrey Greenberg, explica que la gente que está preocupada por ser famosa tiene un sentido agudo de la mortalidad. Algunos de sus experimentos revelaron que, cuando se les recuerda que algún día van a morir, las personas se fijan en atributos que consideran centrales para su propio valor.
"Dada esta conciencia de nuestra mortalidad -dijo -, para funcionar con seguridad necesitamos sentirnos protegidos de este desafío existencial, sentir que no somos sólo animales materiales destinados a la obliteración de la muerte. Lo hacemos tratando de vernos como valiosos contribuyentes a un mundo significativo. Y cuanto más nos valoran los demás, más especiales y por lo tanto más seguros nos sentimos."
Para la psiquiatra María Soledad Humbert, con más de 30 años de experiencia tratando trastornos mentales en hospitales de referencia de Cataluña, la respuesta de A+B igual a C es demasiado simple y rechaza las generalizaciones, porque el comportamiento tramposo de algunos deportistas que usan drogas para aumentar su rendimiento o comenten otras ilegalidades para mantenerse en la cresta de la ola puede estar influenciado por otros intereses "alrededor del personaje (entrenadores, médicos, jefes de equipo, representantes o familiares) que son beneficiarios de su pupilo. Claro está, la decisión final la toma el interesado."
"Otra explicación plausible" para este tipo de comportamiento, según Humbert es "que hay estructuras de personalidad inestables, muy sensibles a la fama o a la percepción de rechazo. Hay que ser muy maduro para retirarse cuando con 'ayudas' puedes seguir en el podio."
Los políticos con personalidades narcisistas o incluso antisociales
En el mundo de la política es otra cosa. En el caso de los políticos, que mienten, manipulan o engañan, por llegar a lo más alto, la psiquiatra sí habla de "personalidades narcisistas o incluso antisociales" que pueden tener estas actuaciones", aunque admite que "también deben existir en política personas cuya conducta inicial era guiada por la buena fe o un afán de servicio a la comunidad y que con el paso del tiempo y el ascenso a algunas cotas de poder, se convertirían en farsantes desdeñando las reglas del juego, ya que aparejado al éxito puede haber una percepción de impunidad."
Humbert cita la novela “Todos los hombres del rey” de Robert Penn Warren, llevada al cine y protagonizada por Sean Penn, para explicar "este descenso (o ascenso) hacia el lado oscuro del político" y que para esta especialista sería la "mejor descripción que un tratado médico."
Sin embargo, mentirosos, tramposos y plagiadores en busca de fortuna y aplausos hay en el mundo del arte. El dúo vocal Milli Vanilli, consiguió vender siete millones de discos y un Grammy fingiendo que cantaban.
"El deseo de ser famoso creo que estaría mucho más en el contexto de determinados rasgos de personalidad como la extraversión, el histrionismo, el narcisismo y también de algunas carencias como la necesidad de validar la propia estima externamente. Es decir, una necesidad imperiosa de ser admirado o querido por el grupo social." Eso, subraya la psiquiatra- se da como una “necesidad imperiosa” en algunas personas en particular, "aunque a todos nosotros (primates gregarios al fin y al cabo) nos resulta gratificante el reconocimiento externo".
Los mentirosos se mueven por un hilo conectado con el mundo real en el que "las personas se miden por sus bienes materiales, por las experiencias que viven y por la admiración que despiertan sin importar demasiado si se cumplen las reglas del juego."
El falso pintor Walter Keane también se hizo famoso y millonario haciéndose pasar por el autor de los cuadros que pintaba su esposa en un sótano; la gran Margaret Keane que tuvo que demostrar ante un tribunal que ella pintaba y él no sabía ni hacer un muñeco de palotes.
Otro farsante reconocido fue el músico nipón Mamoru Samuragochi, superconocido por componer sinfonías clásicas, bandas sonoras para videojuegos, como Resident evil, contando ser sordo por lo que fue considerado “el Beethoven japonés” . Al final se descubrió que no era sordo, pero tampoco músico: que las sinfonías las componía un profesor de una prestigiosa escuela de música que trabajó para el tramposo durante 17 años y compuso más de 20 piezas en la sombra.
Los mentirosos y los farsantes se mueven por un hilo que los conecta directamente con el mundo real, este en el que "las personas se miden por sus bienes materiales, por las experiencias que viven (y comparten) y por la admiración que despiertan sin importar demasiado si se cumplen las reglas del juego , puntualiza la doctora Humbert, que apunta a una sociedad en la que "aplaudimos lo ostentoso y la exhibición" y en la que "la falsedad tiene una mayor cabida".