Los videojuegos son ahora mismo la mayor industria de entretenimiento del planeta. Millones de personas juegan de manera habitual en sus móviles, tablets, consolas y ordenadores. Y las horas que pasamos frente a una pantalla jugando genera muchos miedos. Entre los padres preocupados porque sus hijos dedican mucho tiempo a una actividad que ellos nunca disfrutaron de la misma manera (aunque ese salto generacional es cada vez más pequeño), pero también entre las autoridades y órganos sanitarios.
Ese miedo ha provocado que se hayan tomado medidas para atajar los posibles riesgos ligados a los videojuegos, a pesar de la falta de evidencia científica al respecto. Un ejemplo muy evidente es China, que limita a una hora diaria el tiempo que los jóvenes chinos pueden dedicar a la consola.
En un reciente megaestudio publicado en la revista científica The Royal Society, los autores Matti Vuorre†, Niklas Johannes†, Kristoffer Magnusson and Andrew K. Przybylski† abordan la relación causal entre las horas de juego y el bienestar de los jugadores. Su estudio analiza el comportamiento objetivo de casi 39.000 jugadores a lo largo de seis semanas y el bienestar físico y emocional de esos jugadores durante el tiempo de estudio.
Su conclusión es clara. "Para bien o para mal, los efectos generales del tiempo dedicado a los videojuegos en el bienestar del jugador son probablemente mínimos". "No encontramos prácticamente ninguna evidencia de una relación causal entre el tiempo dedicado a los videojuegos y el bienestar".
Curiosamente, el estudio sugiere que más que el tiempo dedicado, lo que afecta al jugador son las motivaciones que le llevan a jugar. La "calidad" del comportamiento (en este caso jugar a videojuegos), tiene más impacto en el bienestar del jugador que la "cantidad" del comportamiento. Es decir, si una persona juega porque se divierte y la decisión de jugar es intrínseca, tendrá un impacto positivo, frente a otros que puedan jugar por presión social, por ejemplo.
De acuerdo con el estudio, un individuo tendría que jugar 10 horas diarias más de lo habitual para que la actividad tenga un impacto causal en el bienestar del jugador.
En definitiva, jugar mucho o poco a videojuegos no tiene un impacto directo en el bienestar del jugador, ni te hace más feliz ni lo contrario.