Un equipo de investigadores de la University College de Londres (Reino Unido) ha hallado una vinculación entre la edad del cerebro humano y la salud del corazón.
El estudio publicado este martes en la revista ‘The Lancet Healthy Longevity’ reveló mediante aprendizaje automático a partir de resonancias magnéticas que una mayor edad cerebral se asocia con puntuaciones ligeramente peores en las pruebas cognitivas y también predice mayor encogimiento del cerebro (atrofia) durante los dos años siguientes, lo que podría ser una evidencia científica para las personas en riesgo de deterioro cognitivo u otras enfermedades relacionadas con la salud cerebral.
"Descubrimos que, a pesar de que las personas en este estudio tenían edades reales muy similares, había una variación muy amplia en la edad que predijo el modelo informático para sus cerebros. Esperamos que esta técnica algún día pueda ser una herramienta útil para identificar a las personas en riesgo de envejecimiento acelerado, de modo que se les puedan ofrecer estrategias de prevención tempranas y específicas para mejorar su salud cerebral”, según explicó Jonathan Schott, del Centro de Investigación de la Demencia de la University College de Londres.
Los investigadores aplicaron un modelo de aprendizaje automático basado en resonancia magnética para calcular la edad cerebral de los participantes del estudio, que tenían entre 69 y 72 años, pero su edad cerebral estimada oscilaba entre 46 y 93 años.
La investigación reveló que aproximadamente un tercio de la variabilidad en la edad del cerebro al revisar varios factores a lo largo del curso de la vida.
Las personas con peor salud cardiovascular a los 36 o 69 años tenían una peor salud cerebral, al igual que aquellas con mayor enfermedad cerebrovascular en la resonancia magnética (relacionada con el flujo sanguíneo y los vasos sanguíneos en el cerebro). Esto se alinea con un trabajo anterior dirigido por el profesor Schott que halló un vínculo en la tensión alta en la treintena y la peor salud cerebral en edades avanzadas.
El estudio no identificó ninguna asociación entre la función cognitiva infantil, el nivel educativo o el estatus socioeconómico y un cerebro que envejece prematuramente.
Los investigadores sí hallaron una relación entre una mayor edad cerebral con una mayor concentración de proteína ligera de neurofilamento (NfL) en la sangre. Se cree que la elevación de NfL surge debido al daño de las células nerviosas y se reconoce cada vez más como un marcador útil de neurodegeneración.