La contaminación afecta a muchos aspectos de la vida. Está demostrado que influye en nuestra capacidad de concentrarnos, que causa estrés, empeora la visión y, por supuesto, perjudica la salud física, puesto que las partículas en suspensión se cuelan en la garganta y los pulmones. Pero lo que no sabíamos es que además podría estar haciendo que los penes encojan, según ha advertido una científica ambiental.
La doctora Shanna Swan publicó recientemente un libro llamado ‘Count Down’ (en español, “cuenta atrás”), en el que cuenta “cómo nuestro mundo moderno está amenazando el conteo de espermatozoides, alterando el desarrollo reproductivo masculino y femenino y poniendo en peligro el futuro de la raza humana”, dice la portada.
La clave del asunto está en los químicos industriales que respiramos cada día. Estos no solo estarían haciendo que aumenten los casos de disfunción eréctil y disminuyendo la fertilidad, también daría lugar al nacimiento de bebés con penes cada vez más pequeños.
¿Cómo llega la científica ambiental, que además es epidemióloga, a esta conclusión? Junto con su equipo de investigadores, Swan llevó a cabo un análisis de 185 estudios en los que participaron cerca de 45.000 hombres sanos. El grupo de expertos encontró que el conteo de espermatozoides se había desplomado en un 50 por ciento en los últimos cuarenta años.
"Es un mensaje inconveniente, pero la especie está bajo amenaza, y eso debería ser una llamada de atención para todos nosotros. Si esto no cambia en una generación, será una sociedad enormemente diferente para nuestros nietos y sus hijos”, coincidía el investigador y médico danés Niels Skakkebaek.
De hecho, si la disminución continúa al mismo ritmo, para 2050 muchas parejas deberán recurrir a la tecnología, como la reproducción asistida, los embriones congelados, incluso los óvulos y el esperma creados a partir de otras células en el laboratorio, escribe Swan.
Su libro presenta un futuro distópico, y aporta datos de situaciones alarmantes que ya se están observando en la naturaleza: “En algunos países del mundo, incluidos los Estados Unidos, se está produciendo una depresión sexual masiva, debido a la disminución del deseo sexual de las personas y del interés en la actividad sexual; los hombres, incluidos los más jóvenes, también experimentan mayores tasas de disfunción eréctil”.
Y no solo en los humanos: “En los animales, ha habido cambios en el comportamiento de apareamiento, con más informes de tortugas macho montando a otras tortugas macho, y peces y ranas hembras que se masculinizan después de haber estado expuestas a ciertos químicos”, asegura la científica.
La investigación de la doctora Swan indaga en el síndrome de ftalato, una condición observada en ratas que se da cuando los fetos están expuestos a ciertos químicos, que hacen que nazcan con penes encogidos.
En humanos, ocurre en bebés expuestos a los químicos llamados diftalatos en el útero. Esta sustancia tiene un uso industrial, para hacer que los plásticos sean más flexibles, como juguetes, revestimientos de paredes, detergentes, envases de alimentos e incluso en productos farmacéuticos. También en cosmética que usamos diariamente: esmalte de uñas, laca para el pelo, crema para después del afeitado, jabón, champú o perfumes.
Swan escribió el libro ‘Count Down’ a raíz de un articulo científico sobre este tema que tuvo una enorme repercusión en 2017, y un gran apoyo por parte de otros investigadores.