El independentismo celebra el cuarto aniversario del 1 de Octubre y el recuerdo psicológico en las escuelas donde se instalaron las urnas aquel día continúa vivo cuatro años después. Más de un centenar de centros abrieron sus puertas durante la jornada para llevar a cabo el referéndum ilegal. Algunos directores lo hicieron por voluntad propia, otros tras recibir presiones y hubo también quien se limitó a abrir sin implicarse en la organización.
Los Mossos d'Esquadra clausuraron cerca de 200 colegios, la Policía Nacional retiró las urnas en 46 y la Guardia Civil intervino en otros 46 centros. La cuestionada intervención policial durante el 1-O marcó un antes y un después en el 'procés' y las imágenes de aquel día circularon por todo el mundo. En cada centro se vivió de una manera distinta y el recuerdo de las personas que estuvieron allí, cuatro años después, varía según el lugar.
Para hacer homenaje a esa jornada, el Ejecutivo de Pere Aragonès tenía previsto celebrar un acto unitario junto a sus socios de Govern en la Escuela Industrial de Barcelona. Sin embargo, en vísperas de 1-O se ha tenido que improvisar un nuevo lugar, ya que la Diputación de Barcelona, propietaria del edificio, ha denegado el permiso para realizar esta ceremonia, aludiendo a razones técnicas y operativas y finalmente el Govern ha elegido celebrar el acto en los Serveis Matrius del CatSalut.
La elección de la Escola Industrial del Treball no fue baladí. Durante el 1 de Octubre, este fue el colegio electoral más grande de Cataluña, por donde pasaron cerca de 10.000 personas. En el espacio habilitado, colocaron hasta 17 mesas con urnas y se pudo votar hasta por la noche. Los organizadores formaron barricadas para que la policía no pudiera entrar, sin embargo, los agentes nunca llegaron.
Su director, José Luis Durán, que se enteró por la prensa de que el Govern quería celebrar este acto institucional en su centro, recuerda ese fin de semana como "muy intenso". Durán optó por mantenerse al margen y no alinearse a ningún bando. Su objetivo era "garantizar la seguridad del centro y de los alumnos".
"Sabíamos que había el riesgo de que los CDR pudieran ocupar el centro antes del fin de semana. Planificamos todos los posibles escenarios y finalmente pasó. El viernes a las seis de la tarde llegaron 50 personas a hacerse con las aulas. En ese momento, como no sabía que pasaría, decidí suspender las clases. Me llovieron palos por todos lados. Unos criticaban que no colaborara en la organización del 1-O, otros me reclamaban haber suspendido las clases solo por unos cuantos. Todas mis decisiones fueron por la seguridad de las personas", explica a NIUS José Luis.
Lo que el director temía es que los CDR destrozaran el centro. La Escuela Industrial del Treball tiene un edificio centenario protegido por patrimonio y los daños hubiesen sido difícilmente reparables. Durante la noche del viernes y del sábado durmiendo en el recinto cerca de 200 personas con saco y el flujo de entradas y salidas al centro era constante.
"Los del centro nos vestimos de otro color para diferenciarnos del resto. Les pedimos a los organizadores que no entraran en depende qué sitio y les dije que material no podían utilizar. La verdad es que lo respetaron todo y tuvieron un buen comportamiento. Estaban muy organizados pero yo no me impliqué en el proceso, estaba como director para velar por el edificio y las instalaciones", añade.
Durán recuerda que las urnas llegaron a la Escuela Industrial de Barcelona a las 7:30 de la mañana, a través de una cadena humana y en medio de un silencio sepulcral. A gritos de "votarem, votarem", varias personas se organizaron para abrir el colegio a las nueve de la mañana pero no pudieron votar hasta alrededor de las 10:30 por los ataques informáticos que tuvieron. De hecho, pidieron a los asistentes poner el móvil en modo avión para evitar el colapso de la web, según explica José Luis Durán.
Los primeros en votar fueron las personas mayores y las familias con niños. Aproximadamente una hora después, empezó a correr la noticia de que la policía estaba acercándose al centro y en ese momento Durán recuerda que se vivieron momentos de tensión. Para evitar su entrada, un grupo de personas se organizó para montar barricadas. Usaron vallas, palets, sacos de arena, tubos de obra y hasta una grúa para cerrar cerrar todas las puertas de acceso al recinto. La única que se dejó abierta fue la de la calle Comte d'Urgell para que la gente pudiera entrar a votar. Finalmente, ante los problemas técnicos del programa informático, los organizadores anunciaron que se votaría de forma manual. La policía nunca llegó.
Donde sí llagaron los agentes de la Policía Nacional fue al Institut Pau Claris de Barcelona. Los que "defendieron las urnas" en este centro todavía reviven el "impacto" de la actuación policial de aquella jornada. Esther Raya fue una de las personas que resistió en la escalera. De hecho, el saco naranja que uno de los agentes lanza en el icónico vídeo que se hizo viral de aquel día era suyo.
Esther llegó al centro el 30 de septiembre, el día antes. Al terminar de trabajar, se duchó, cenó y se preparó para pasar la noche en la escuela. Era el lugar donde le tocaba votar y sitió la necesidad de "estar ahí porque era un día muy importante". La joven asegura que no durmió nada y que hasta por la mañana el ambiente era muy festivo. "Montaron una barra con comida, había un grupo que tocaba la guitarra y a las cinco de la mañana aproximadamente abrieron el colegio y poco después llegaron las urnas", explica a NIUS.
A las nueve de la mañana, empezaron a recibir noticias de que la policía estaba entrando en otros centros. Poco después, llegaron a Pau Claris. "La gente empezó a tener miedo, la red había caído y no teníamos referencias de lo que estaba ocurriendo en otros centros. A fuera lluvia y había mucha gente. Yo decidí hacer cola para votar en las escaleras del patio y así resguardarme de la lluvia. A las diez llegaron y todos los que estábamos en las escaleras nos sentamos para esperar. No estábamos organizados ni siquiera nos conocíamos", explica Esther.
De repente, los antidisturbios llegaron a la zona donde estaba Esther y "empezaron a apartar a la gente con violencia". Esther recuerda que había tanta gente que no podían moverse y apostó por grabar todo lo que estaba pasando. "Saqué el móvil y empecé a registrarlo todo, pero el primer agente que llegó donde yo estaba me lo cogió y lo tiró al suelo. También me tiraron el saco y la bolsa. Me cogieron por el tobillo y me tiraron escaleras abajo. Mi móvil no lo recupere, ellos me lo robaron. Le pedí a un agente que me prometiera que me lo devolvería, pero nunca lo hicieron. No valíamos nada para ellos".
Cuando los agentes se llevaron las urnas Esther explica que sintieron "frustración, decepción y tristeza" ya que en apenas "unos momentos se lo cargaron todo". En esa escuela "solo había siete papeletas en las urnas" y la mayoría tuvieron que irse a otros centros a votar.
La actuación policial en esa escalera se ha convertido en una imagen icónica del 1 de Octubre, sin embargo, cuatro años después, la sensación de Esther es que "los políticos no han estado a la altura". "La imagen que deja el 1O del 2017 es que el pueblo dio la cara y fueron los políticos los que prometieron algo que luego no cumplieron. Cuatro años después, el independentismo se ha separado y ya no estamos tan fuertes. Deberá ser el pueblo el que vuelva a presionar para conseguir la independencia".
Esther no se arrepiente de haber participado en este referéndum ilegal e insiste en que lo volvería a hacer. La joven lamenta que actualmente el independentismo está dividido en dos. "Hay dos bandos, los que se quedaron aquí y estuvieron en la cárcel, que han cambiado su mentalidad, y los que se fueron al exilio y continúan defendiendo el movimiento. Creo que ellos son la esperanza", reclama Esther.
Para ella, los políticos que han estado presos se han dedicado a "apagar el fuego" y "han bajado mucho el souflé, (quizás porque están ligados de manos)", mientras que "los exiliados lo que hacen es revivirlo". Esther defiende que el independentismo "necesita un líder para ver esperanza", pero está convencida de que "la fuerza de la gente es lo que conseguirá que salga adelante".
Para José Luis, la situación cuatro años después sigue muy polarizada pero su satisfacción es que en el claustro del centro no ha habido fracturas. "Somos el claustro de postobligatorio más grande de España con más de 235 profesionales y evidentemente que hay compañeros independentistas y otros que no lo son. Esto no implica que podamos trabajar conjuntamente, compartir proyectos y objetivos en el centro. El claustro ha estado tensionado en algún momento, pero nunca se ha producido una fractura", explica.
Mientras tanto, a nivel político, cuatro años después, el debate sobre la celebración de un referéndum de autodeterminación sigue siendo orden del día en el Parlament. Sin ir más lejos, ayer mismo la CUP presentó una propuesta de resolución para celebrar una consulta antes del 2025. Parece pues, que cuatro años después, la situación no es muy distinta a la de aquel 2017. El independentismo, eso sí, está más fracturado que nunca.