Un estudio coordinado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) ha relacionado un ayuno nocturno más largo y desayunar temprano con un menor índice de masa corporal (IMC), por lo que "no es solo conveniente" para controlar el peso " tener en cuenta qué se come, sino también las horas a las que se hace.
El estudio ha contado con la participación de más de 7.000 personas voluntarias de entre 40 y 65 años de la cohorte GCAT | Genomes for Life , un proyecto liderado por el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol. En el año 2018, los participantes respondieron cuestionarios sobre su peso y altura, sus hábitos alimenticios incluyendo las horas de las comidas, otros hábitos de estilo de vida y la posición socioeconómica.
Transcurridos cinco años, más de 3.000 participantes realizaron una visita de seguimiento, en la que se les volvió a registrar las medidas y a plantear un nuevo cuestionario. El análisis de los datos mostró que, en comparación con los hombres, las mujeres mostraban menor IMC, mayor adherencia a la dieta mediterránea, menor tendencia al consumo de alcohol, peor salud mental y más probabilidades de encargarse de la supervisión de la casa o de la familia.
“Nuestros resultado sugieren que alargar el ayuno nocturno podría ayudar a mantener un peso saludable siempre y cuando se acompañe de una cena temprana y se desayune temprano. Pensamos que esto podría ser porque comer más temprano durante el día se ajusta más a los ritmos circadianos y permite quemar mejor las calorías y regular el apetito, lo cual puede ayudar a mantener un peso saludable", explica Luciana Pons-Muzzo, investigadora de ISGlobal en el momento de realizar el estudio.
El equipo usó la técnica estadística de análisis por cluster, para agrupar individuos con características similares, y entre los resultados llamó la atención un pequeño grupo de hombres cuya primera comida del día era pasadas las 14 horas y que, en promedio, realizaban un ayuno de 17 horas.
Este grupo de hombres tendía a estilos de vida menos saludables, con más probabilidad de fumar, de beber alcohol o menos actividad física y tenía niveles de estudio menores y más probabilidad de estar en el paro. Unos patrones que no se dieron entre las mujeres.
Los investigadores también señalan que los patrones de ingesta de comida inusuales "pueden entrar en conflicto con el sistema circadiano, el conjunto de relojes internos que regulan los ciclos de la noche y el día y los procesos fisiológicos que deben acompañarlos".
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