"Ver la degradación de una persona es durísimo". Así recuerda Encarna los últimos años de vida de su madre tras sufrir alzhéimer, una enfermedad que le ha llevado a participar en el estudio Alfa de la Fundación Pasqual Maragall, con 2.700 participantes para la detección precoz. La mayoría son descendientes de personas que han sufrido un trastorno cerebral, que destruye lentamente la memoria y la capacidad de pensar. Informan Marta Alcázar y Marc Saus.
"Cuando el médico da el diagnóstico es la oscuridad porque no hay nada que lo cure. Decidí participar en el estudio para contribuir con mi granito de arena", explica Encarna, quien a sus 72 años trata de "poner hilo a la aguja" para poder salir adelante en busca de patrones que influyen en el desarrollo de los síntomas del alzhéimer.
Los voluntarios se someten a visitas periódicas con especialistas y pruebas entre las que destaca la resonancia magnética de última generación. "Sabemos que hay cerebros que tienen la enfermedad durante 15 o 20 años antes de desarrollar los síntomas. Queremos descubrir qué patrones influyen en que algunos cerebros desarrollen alzhéimer y otros no", destaca Gonzalo Sánchez Benavides, investigador de Barcelona Beta Brain Research Center.
En el caso de Encarna, ser voluntaria le permite mantener vivo el recuerdo de su madre. "Entro muy contenta a hacerme las pruebas y salgo doblemente contenta. Lo más duro es la punción lumbar, pero no podía participar a medias en el estudio".
Ciencias y familias, unidas para que la cura del alzhéimer llegue lo antes posible: "Sé que formaré parte de la solución. A mí quizás no se me aplicará, pero llegado el caso a mis hijos o a mis nietos sí", admite Encarna sobre una enfermedad de la que de momento todavía no conocen los mecanismos que hacen que una persona progrese y exprese la enfermedad.
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