El mundo del vino "mantiene sobrio" a David Seijas, un sumiller catalán que lleva siete años sin beber ni una gota de alcohol tras superar una adicción que no le ha impedido seguir vinculado a su gran pasión.
La gastronomía siempre ha estado en sus venas. Seijas nació en un bar y ha sido durante doce años la persona encargada de la bodega del mítico restaurante El Bulli de Ferran Adrià. Una vida vinculada al negocio del vino, donde el consumo de alcohol le hizo perder el control de su vida.
"Iba de copiloto. Todos mis actos iban relacionados con beber, salir y buscar excusas para empezar antes. Lo que era una pasión se convirtió en un grave problema", admite el sumiller, quien perdió el control a base de copas. "En el trabajo podía estar sobrio y bebía después del trabajo. Luego empiezas a jugártela, a llegar tarde o no llegar".
Un consumo que incluso iniciaba nada más levantarse. "Lo más duro es que sabes cuando empiezas a beber, pero no cuando terminas. Hay un cierto miedo a la última copa. No quieres que termine y llegue el final, por eso siempre vas en busca de cualquier lugar para seguir bebiendo".
El mundo de la restauración le ha hecho tener el alcohol a un palmo de sus ojos. Una exposición como sumiller que le hizo perder las riendas de su vida pese a ser consciente de su camino a la deriva. "Es difícil porque no puedes pararlo. Son años de mucha lucha. Momentos de parar y de recaídas hasta que entiendes que tu cerebro está enfermo".
El cambio de mentalidad llegó el día que su padre enfermó de cáncer. "Se estaba despidiendo de nosotros. Lo saqué en silla de ruedas y vi que mi hijo no podía caminar, Ahí fue cuando mi cabeza dijo que esto no podía ser". Una imagen "dura y a la vez bonita", que marcó el inicio de la nueva vida de David Seijas.
Desde el 26 de septiembre de 2017, el sumiller catalán lleva sin beber. Un proceso de siete años que no ha sido un camino de rosas al seguir expuesto al alcohol por su profesión: "Al principio tenía angustia y ansiedad porque no era capaz de convivir con el mundo del vino".
Primero dejó de lado a sus amigos, las cenas y las fiestas: "Tenía que desaparecer, es duro porque quería seguir vinculado al mundo del vino, no quería ser el exfumador que no deja fumar. Quería salir con libertad". Para ello, logró seguir vinculado a la gastronomía como sumiller y con varias marcas de vino que ha creado con bodegas de toda España, a su manera.
"Para vender mi vino tenía que hacer las mil trampas para que vieran que no bebía. Aquí empecé a poder catar y escupir, sin beber nunca. Es como una dosis homeopática. Seguir conectado con el mundo del vino me mantiene sobrio. Si encima dejo mi pasión o lo único que creo que sé hacer bien, estaría seguramente volviendo a beber", reconoce David, que ha presentado su libro 'Confesiones de un sommelier' para contar al mundo su lucha contra la adicción.
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