Elaborar un whisky íntegramente catalán en homenaje a su difunto padre ha dado a conocer a Isaac Castelló entre coleccionistas, amantes y expertos de un licor que ha arrasado en su primera remesa, con 367 existencias a 200 euros la botella. Su elaboración lo convierte en un producto único, aunque para el creador de la destilería Quevall Licors es un tributo que va más allá del sabor y del éxito.
"Mi padre había sido paciente oncológico durante 18 años. El pobre nos ayudaba a arreglar las máquinas, pelar limones y naranjas. Era apañado y en 2019 empeoró del cáncer que tenía desde hacía años y murió", recuerda Isaac, quien un año antes decidió dejar atrás su trabajo como economista para abrir una destilería que ha superado todas las expectativas.
Unos inicios en los que empezó junto a su pareja a elaborar ratafía casera "sin tener ni idea de licores". Los primeros clientes llegaron de sus visitas a varias ferias catalanas, pero el gran objetivo de Isaac era hacer licores naturales. Una fabricación artesana, sin esencias ni concentrados, que les llevó a probar suerte con la ginebra en su primer año en activo gracias a la ayuda de su padre.
Sin embargo, Isaac aún no sabía que estaba a punto de crear el primer whisky íntegramente catalán. "Un pescador me dijo que a mi padre le gustaba el whisky. No me lo creía porque como mucho bebía una copa de vino con gaseosa los domingos, pero al llegar a casa pregunté a mi madre y me dijo que una cosa es que le gustase y otra que bebiese".
En ese momento, Isaac supo que tenía un nuevo reto para mantener el recuerdo de su padre: "Quería hacer un whisky que le hubiese gustado probar si hubiese estado aquí. Era una persona muy comprometida culturalmente". Así empezó la aventura para crear el Catalonia Single Malt Whisky. Un proceso marcado de dificultades al querer elaborarlo con únicamente ingredientes locales.
El licor está hecho a partir de cebada cultivada y malteada en Cataluña de forma artesanal, utilizando cebada procedente de Almacelles, de Castelló d'Empúries y del Pallars Jussà. Una botella que ha sido envejecida durante cuatro años en barriles de roble americano, donde había vino de jerez.
"Hicimos pequeños lotes con los excedentes sin ningún tipo de intención de que fuese un negocio, simplemente era un homenaje a mi padre", añade Isaac sobre una botella que ha llamado la atención en todo el mundo: "Quedaban tres años para que estuviese listo y nos llamaban para decir que guardásemos una botella. Eso me animó a incrementar la producción, lo que no ha sido fácil porque necesitamos hacer malta de cebada".
Para tener más producción de malta de cebada, fabricaron una máquina. "Con esto podemos dar salida a nuestra cebada de proximidad para aprovechar un cereal que crece al lado de casa para transformarlo en whisky". Con todo en marcha, solo faltaba esperar a que el whisky envejeciese y se pusiese a la venta.
Un lote que agotó todas sus existencias en cuestión de 24 horas. "La gente se volvió loca. Me han llamado mil personas, me petó la línea telefónica y tampoco podemos responder más de 600 correos electrónicos y mensajes por redes sociales. Avisé que no era barato porque a nosotros no nos han regalado nada. 200 euros no es caro para todo lo que implica. Es una cosa que necesita mucha paciencia".
La botella ha superado cualquier expectativa y el recuerdo de su padre sigue vivo en cada una de ellas. "Aparece dibujado en la contraetiqueta. El recuerdo de mi padre ahora está por todo el mundo. Uno compró dos botellas y se las llevo a Cincinnati (Estados Unidos), también unos de Australia y Suiza. La imagen de mi padre está en tres o cuatro continentes. Mejor homenaje imposible", explica orgulloso Isaac.
Todo está hecho en Cataluña. La botella viene acompañada de un estuche que es una foto de Bramant tomada por el fotógrafo amateur Eladio Rueda, la etiqueta es obra del artista local Paula Barros Dios y está inspirada en la leyenda del pastor y la sirena, de la formación del Empordà (Girona).
El cuello está lacrado con cera e imita lo que vendría a ser una barretina catalana. Parte de esta cera proviene de los Abellaires del Empordà, mientras que el tapón de corcho también es de Girona.
"Para beber un buen whisky ya no hace falta ir a Escocia o Irlanda, en Cataluña hay uno. No lo digo yo, lo dicen los expertos. No me lo invento. Vino un importador de botellas de gama alta, de más de 300 euros, y me dijo que estaba sorprendido porque venía con las expectativas bajas. Ese ya era el momento de vender", destaca Isaac, satisfecho del resultado obtenido.
"Mi padre estaría orgulloso porque era un defensor del producto del kilómetro cero y hemos conseguido fabricar una botella de muy buena calidad y encima que esté valorado. No solo hemos sabido hacerlo, está bueno y lo quiere todo el mundo. Era su filosofía", culmina sobre un whisky que más allá de su exitoso sabor, siempre estará en el corazón del fundador de Quevall Licors.
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