Bárbara Martínez tiene 88 años y da vitalidad a diario a casi un centenar de hombres y mujeres, a través de sus clases de gimnasia gratuitas en Barcelona. Unas sesiones repletas de alegría y estiramientos, con la playa de la capital catalana de fondo, donde la única condición que pone la profesora voluntaria es ir vestido con ropa clara: "La oscuridad ya la llevamos encima las personas mayores".
Su afición por la gimnasia empezó tras jubilarse con 60 años. "Si se tiene orden, las cosas de casa se hacen en un periquete. Me sobraba mucho tiempo, aprendí a ir en bicicleta y cada día iba a la playa". Allí, Bárbara encontró a un grupo de diez señoras haciendo gimnasia. "Una de ellas me preguntó si quería ponerme y al cabo de un tiempo, la que hacía la clase era yo y las mandaba a ellas", recuerda.
Desde entonces, lleva 28 años dando clases de lunes a viernes a las 10:00 horas. "Muchas señoras vienen tristes porque se han quedado viudas o se les ha muerto un familiar. Están deshechas y al cabo de 15 días son otras personas", afirma Bárbara, quien ha recibido todo tipo de elogios por los asistentes gracias a su carácter y compañerismo. "Me han llegado a decir que estaban hundidas y les he sacado del pozo".
Antes de ello, la mujer de 88 años había trabajado toda su vida transportando cristales, aunque nunca dejó de lado la práctica deportiva. "De joven hacía senderismo y natación. No he parado nunca, pero la gimnasia me vino de nuevo y enseguida me compré un libro. Empecé a estudiarlo y aquí estoy". En sus clases, Bárbara realiza estiramientos de todo tipo. "Movemos los pies, los dedos, la cabeza y el cuerpo. Una señora me decía que no iba a tocar el suelo. Le respondí que ni hoy ni mañana, pero al tercero sí. Es la fe que le ponen".
Una actividad que mejora la flexibilidad y el ánimo. "Algunas están en casa solas y aquí pueden hablar", admite Bárbara, quien recibió días atrás un homenaje sorpresa del alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. "Le pedí que me pusiera más bancos porque los necesitamos. Ahora llegamos a ser más de 80 personas. Todo esto gratis. El mejor precio es que me digan que están felices y mejor físicamente. Es la mayor recompensa".
Es el caso de uno de los asistentes, que gracias a las clases de Bárbara podrá operarse a corazón abierto. "El médico le dijo que es gracias a lo que ha estado haciendo. Les meto caña, cuando lo hacen mal paro la clase y lo repetimos. Nadie me protesta". Un ánimo que atrapa a todas las personas. "Es única e irrepetible. Hace nueve años que vengo, me quedé viuda y nos ha dado la vida", reconoce una señora sobre Bárbara, que como su nombre es "bárbara". También "bondadosa y cariñosa".
Su secreto para estar bien es comer de todo. Y una copa de vino de vez en cuando. "No he hecho en mi vida régimen, no conozco al médico. Dios me dé, pero con la cabeza como la tengo. Si tengo que fallar de cabeza, no quiero vivir. Mientras esté como estoy, hasta que Dios quiera".
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