Popeye con gorra de la CNT y bombardeos, dibujos infantiles de la Guerra Civil que guardaba la 'caja 26' en Barcelona
Una exposición muestra los libros que leían aquellos niños y su visión del conflicto
El Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona abrió una sala de lectura en 1936 para alejar a los niños del conflicto bélico
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Milicianos o aviones lanzando bombas. Bien podrían ser los dibujos de los niños de Bajmut o Mariúpol, pero estos tienen casi 90 años de antigüedad. Entre las decenas de rutas sobre la Guerra Civil, el Arxiu Històric de Barcelona ha presentado los dibujos inéditos de centenares de niños y niñas que el inicio de la Guerra Civil en Barcelona. La exposición ‘L'Arxiu en guerra. La Casa de l’Ardiaca i la Sala de Lectura per a Infants durant la Guerra Civil’ está abierta al público hasta el próximo 4 de noviembre.
Los dibujos han descansado en la caja número 26, entre facturas del archivo histórico, hasta que una bibliotecaria, Maria Meseguer Domènec, la abrió. Descubrió entonces que el fondo archivístico de la ciudad, inaugurado en 1917, había abierto una pionera sala de lectura para niños durante los primeros meses del conflicto bélico.
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La investigación ha culminado con una de las exposiciones más emotivas de la capital catalana. Descendientes de aquellos niños están descubriendo sus creaciones al visitar la exposición.
La curiosidad abrió una caja que resistió a la guerra
Todo empezó con una fotografía de unos niños, en blanco y negro, a la entrada del archivo: "Cuando entré a trabajar me preguntaba qué hacían estos niños aquí, esto es un archivo para historiadores, periodistas e investigadores. No una biblioteca infantil", recuerda Meseguer.
Empezó a investigar y entre facturas y albaranes encontró la caja número 26, marcada como 'Sala de Lectura Infantil': "Dentro había un millar de dibujos hechos por niños y un inventario de libros que separaron para ellos. También había estadísticas generales y diarias de asistencia", relata.
Cerca de 500 menores pasaron por la sala que estuvo abierta entre el 10 de septiembre de 1936 y el 15 de febrero de 1937, cuando empezaron los bombardeos a la población civil: "El director del archivo, Agustí Duran i Senpere, vio ese verano que los niños jugaban a juegos muy violentos y decidió crear una sala de lectura para alejarlos del clima bélico", relata la bibliotecaria.
Fueron varios los espacios creados en la capital catalana para paliar los efectos del golpe militar del 18 de julio entre los niños. "La más importante fue la creación del Consell de l'Escola Nova Unificada, vinculada a la CNT. Las escuelas religiosas habían sido suprimidas y los niños estaban por escolarizar. También hubo iniciativas vinculadas a la Generalitat o la UGT", cuenta el historiador Daniel Venteo, comisario de la exposición.
Sala de lectura muy concurrida
La sala abría de lunes a sábado por la mañana y por la tarde, hasta que reabrieron las escuelas que pasó a funcionar solo por la tarde", añade Venteo. Tenía capacidad para sesenta menores pero a menudo se superaba el aforo: "En las hojas de asistencia diaria a veces eran más. De hecho, la única fotografía que se conserva estaba llena con muchos niños de pie sin espacio para sentarse", indica.
El historiador cree que a la sala de lectura asistieron también los niños procedentes de otros puntos de España, como refugiados de Alcalá de Henares: "La llegada a Cataluña de niños procedentes del bando republicano era constante ese verano", relata. Algunos de ellos murieron en los bombardeos de 1938 a las plaza Sant Felip Neri por la aviación italiana.
La sala de lectura aprovechó el fondo infantil del archivo. En aquellos años, la biblioteca y la hemeroteca recogían todo lo que se editaba en Barcelona. Leían clásicos como Alicia en el País de las Maravillas y La isla del Tesoro: "En el inventario consta La abeja Maya pero ese libro se perdió, creemos que le gustó a algún niño y se la llevó a casa", cuenta Meseguer entre risas. También leían revistas como el Tebeo, a Pocholo y Pirulí. Y libros de geografía y animales.
Meseguer pudo hablar con Montserrat Negre, una de las niñas usuarias de la sala: "Hablé en 2020 durante la pandemia y tenía 95 años. Era la hija del portero y fue conservadora y restauradora del archivo. Me contó que la sala estaba regentada por Aureli Capmany -padre de la novelista Maria Aurèlia Capmany- y por voluntarios. Y cuando Aureli contaba sus rondallas, ningún niño se quería ir a casa", explica. Montserrat murió antes de ver la exposición.
Milicianos de camino al frente
Los pequeños dejaron un millar de dibujos de recuerdo: "Impacta la mezcla de personajes infantiles con la guerra. Le ponían una gorra de la CNT a Popeye. Hay dibujos de bombardeos y de milicianos, del bando republicano, porque ese verano muchos hombres marcharon al frente", explica.
"Los dibujos estaban organizados en libretas y sobres identificados con una discreta denominación, 'trabajos de lectores', que han pasado desapercibidos durante décadas", cuenta Venteo. Estaban escondidos entre facturas y presupuestos del archivo: "Creemos que esta denominación administrativa se pensó para que sobrevivieran durante los oscuros años de posguerra ya que estaban llenos de simbología comunista, anarquista y revolucionaria", añade.
Dos visitantes reconocieron a sus padres en la muestra
Los comisarios de la exposición buscan ahora a aquellos niños que visitaron la sala de lectura: "Sabemos que es difícil porque si alguno sigue vivo, tendrá más de 90 años", reconoce Meseguer. Quienes sí que han visitado la muestra han sido familiares de aquellos niños que dieron por los nombres por casualidad: "Una visitante reconoció en la lista a su madre y a su tía y un señor reconoció a su padre. No sabían que sus padres venían aquí a leer. Nos emocionamos todos", recuerda.
"La exposición rinde homenaje a esos niños que sufrieron la Guerra Civil española y a todos los niños que ahora la sufren en todo el mundo. Al fin y al cabo, aquí, en Ucrania y Rusia, los niños y los adultos son víctimas de guerras de políticos sin escrúpulos", opina Venteo. El Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona busca ahora fórmulas que acerquen su fondo a niños y adolescentes de Barcelona como hicieron hace 87 años sus predecesores.