Guillermo, invidente y jugador de golbol: "Con un antifaz y un balón con cascabeles disfrutamos de un deporte en igualdad"

Un balón con cascabeles y un antifaz opaco permiten a personas ciegas o con discapacidad visual "disfrutar en igualdad" del deporte gracias al golbol, la única actividad paralímpica creada específicamente para este colectivo. Es el caso de Guillermo, quien practica una modalidad que le ha permitido agudizar la orientación en el espacio y la percepción auditiva tras la pérdida total de visión que sufrió por un tumor ocular con siete años.

"Con un elemento tan sencillo como un antifaz puedes disfrutar. Da igual la visión que tengas", explica el jugador sobre un deporte que se basa en la agudeza auditiva para detectar la trayectoria de un balón sonoro. "Pesa más de un kilo y lleva cascabeles. Hay que tener en cuenta que todos prescinden del sentido de la vista, por lo que incluyen otros elementos que sirvan de adaptación".

Con los ojos tapados y pendientes del esférico, tres jugadores de cada equipo defienden los lanzamientos con la mano de sus adversarios en una portería de nueve metros de ancho. "No hay jugadas de transición. Todo el rato es lanzar y defender. Esto supone un nivel de exigencia muy alto a nivel físico porque supone estirarse en el suelo, levantarse y hacer movimientos muy explosivos", reconoce Guillermo, quien descubrió el golbol al año de quedarse ciego y con 33 años no ha dejado de jugar.

Los jugadores requieren de una gran capacidad espacial para situarse en una pista rectangular de 18 metros de largo por 9 de ancho, que está dividida en seis áreas marcadas en relieve para que sean reconocibles al tacto. "Tocamos estas referencias arrastrando los pies y así podemos situarnos en el campo".

Una concentración que tratan de mantener durante los 20 minutos de partido, en el que las estrategias de despiste juegan un papel fundamental. "Algunos simulan que están situados en un lado del campo para que el equipo contrario bascule y lancen desde el otro lado. Así rompen la posición en defensa. Tienes que estar atento a cualquier estímulo, sonido y variable porque los lanzamientos van rápidos y fuertes".

Para Guillermo, el golbol ha sido esencial para adquirir habilidades esenciales fuera de la cancha. "El deporte de equipo aporta este vínculo que haces con la gente. El hecho de desplazarse a un entreno, ir a una competición o ir un fin de semana fuera es una herramienta que al final nos hace ganar autonomía personal".

Su equipo forma parte de la mayor categoría nacional de este deporte, creado en 1946 como medio de rehabilitación para los soldados que quedaron heridos después de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces fue evolucionando hasta ser incluido en los Juegos Paralímpicos de Toronto (Canadá) en 1976 e irrumpió en la década de los 90' en España, donde solo está permitido que compitan las personas con discapacidad visual afiliadas a la ONCE.

Un entusiasmo por del deporte

En el caso del joven de Barcelona, que lleva 24 años ligado a una modalidad que le apasionó desde el primer momento que la practicó. "Antes de los siete años no había hecho más deporte del que podía hacer para distraerme en el recreo del colegio. Posteriormente probé el atletismo, el esquí, el fútbol para ciegos o el Crossfit. Pero el golbol me enganchó de inmediato".

Esta pasión por el esférico también la trasladó al deporte sin discapacidad. "Soy del Espanyol y hace años iba al estadio para vivir el ambiente, mientras escuchaba el partido por la radio". Ahora ha cambiado el campo del club 'perico' por Fontajau, el pabellón del Bàsquet Girona. "Me he aficionado y sigo el encuentro en directo con audiodescripción".

Una vez finalizada la competición regular, la Federación Catalana de Deportes para Ciegos (FCECS) organizó hace unos días el Campeonato de Cataluña OPEN entre los equipos catalanes y algunos invitados, como Aragón o un combinado de la Comunidad de Madrid. El equipo de Guillermo se alzó con el torneo y disfrutó de una nueva vivencia.

La primera anécdota que se le viene a la mente es el momento en el que conoció a la nadadora Mireia Belmonte. "Viajamos muchísimo por España para jugar contra equipos de todos los lugares y también tenemos la oportunidad de jugar con la selección. Recuerdo que nos concentramos en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat y coincidimos con deportistas de la talla de Belmonte. Esto sorprende porque te hace replantear el momento que vives y dices: 'Estamos haciendo deporte de nivel'. Eso también es gratificante".