"Llevo cinco años en la docencia y tengo absolutamente decidido que lo voy a dejar". Así habla Marc, un ingeniero catalán de 33 años y profesor de Matemáticas en secundaria, "harto" de las faltas de respeto que sufre por parte de sus alumnos.
Una paciencia que ha llegado a su fin tras el último episodio vivido con jóvenes de 12 y 13 años, en una clase "fuera de control" de 2ª de ESO del colegio Sant Quintí de Mediona, y que publicó en redes sociales. "Éramos dos profesores y un alumno me dijo que me callase y que me pagan para que los aguante".
"Tengo que dejar pasar conductas de falta de respeto, disciplina e interés. Es un clima realmente lamentable, es triste. Veo a los alumnos como si estuvieran en el parque, gritando, charlando y sin una mínima disciplina o hábitos de trabajo. No quiero continuar engañando porque soy un engranaje del sistema", afirma Marc, "incapaz" de revertir la situación.
En su caso, el docente dejó atrás su profesión de ingeniero en Volkswagen para cumplir su sueño: dar clases y "ayudar a personas". Aunque cada día que pasa siente que engaña a los estudiantes. "He intentado oponerme y poner disciplina, pero ha sido imposible. Paso de continuar y mirar hacia otro lado, que es lo que a la mayoría de profesores les pasa. Han perdido todo tipo de vocación y esperanza", lamenta.
Una problemática que ha "superado" ciertas barreras entre alumno y docente. "El curso pasado, un joven se encaró conmigo porque le puse una incidencia. Tenía problemas de agresividad, que aún no conocíamos, y estaba molestando en clase. Me negué a quitársela y me empujó. No reaccioné, informé al equipo directivo y aún no he recibido ninguna disculpa".
Todo tipo de situaciones en las que no siente un mínimo de respeto y que le hacen sufrir a diario. "Estoy a tiempo de cambiar de profesión. No será una cosa tan humana, pero dejo la educación secundaria. Si continúo tengo que aceptar hacer clases de una forma en la que no estoy preparando al alumnado para el futuro".
No obstante, Marc tiene claro que el problema no es de los jóvenes. "No estoy enfadado con ellos. Los entiendo. Yo también fui adolescente y no tenía ganas de estudiar, pero al profesor no se le faltaba el respeto y había que hacer los trabajos que mandaban. La culpa es del Departamento de Educación, las familias y los propios docentes, que estamos agachando la cabeza. Yo me planto".
Precisamente, la conducta de los estudiantes es "parecida" a la de sus padres. "La ESO se ha convertido en una guardería, si llamas a las familias y tienes una queja te echan la culpa por no saber gestionar a sus hijos o a veces cuestionan lo que dices. Es el mundo al revés, antes si tú llegabas a casa y habían llamado al profesor, te caía la bronca del siglo. Ahora las familias pasan, les molesta que llames, están al lado de sus hijos. Es una locura, alucino".
"La ESO la regalamos a todos, entonces aquí es donde yo diría que comienza el problema, porque los alumnos lo saben. Si ya en las carreras universitarias, lo que más les importa a los alumnos es aprobar, ¿cómo podemos esperar que un adolescente diga que viene a la escuela a aprender? Para mí es lo importante, no las notas", añade Marc, quien sí disfruta de impartir clases en la universidad, concretamente en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial de Barcelona.
Una diferencia "abismal". Por las mañanas en el instituto y dos tardes a la semana en la universidad. "Llego cansado de todo lo que he tenido que aguantar. Pero cuando doy la clase que tanto me gusta acabo con más energía de la que había comenzado. Y esta es la idea y lo que experimentaba cuando daba clases particulares. Ayudas a la gente que tiene interés".
Aunque la sensación es pasajera. "A menudo me pasa que he dado clase por la tarde y al día siguiente voy al instituto y me encuentro un follón y una fiesta de los alumnos. Si me pongo estricto tengo problemas porque todos se ponen en mi contra".
Como solución, Marc intentará aumentar sus horas como profesor universitario o incluso replantea volver a trabajar de ingeniero. "Soy consciente de que siempre pasan cosas en las empresas, pero no es lo mismo tratar con un adulto que con un adolescente . Y no le veo ningún sentido quedarme en la educación con estas circunstancias, que realmente tú quieres hacer bien las cosas y no puedes".
Ahora, su queja por redes sociales le ha servido para conocer más compañeros en la misma situación. "La gente está aguantando y algunos me han dicho que ya han dado el paso de dejarlo. Es uno de los trabajos con más bajas por sobrecarga, depresión y ansiedad. Mi forma de protesta es irme porque no cambiaré el sistema yo solo. ¿Por qué continuar si me estoy amargando la vida? Podría hacer cosas más gratificantes", finaliza el que dejará de ser docente de secundaria a final de curso.