"Es una pena que tiremos de energías fósiles en un país como este con tanto sol", reflexiona Jordi Oliveres, propietario de una casa de 220 metros cuadrados en La Pobla de Segur (Lleida) que se autoabastece con la energía solar. La construcción va más allá de las casas eficientes, las Passivhaus, como las casas de paja que viven su eclosión en los últimos años. Los propietarios las llaman "casas positivas" porque mantienen la casa caliente sin usar gas ni electricidad de la red eléctrica y producen más energía de la que gastan.
Kike Herrera también se construyó una hace dos años en Torallola, en la comarca del Pallars, una vivienda de 130 metros en la que reside junto a su pareja y sus dos hijos pequeños. "Vivíamos en una casa de pueblo muy fría y con mucha humedad. Vimos que algunos vecinos se construían casas de este tipo, con materiales de aquí y que no eran más caras que una habitual. Nos abrieron los ojos", recuerda.
La casa de Kike costó 250.000 euros, incluyendo la compra del terreno, el arquitecto y la construcción. El muro principal capta el calor del sol durante el día junto a varias placas fotovoltaicas que recogen la energía eléctrica que se consume. El aislamiento térmico de la casa mantiene este calor durante la noche, de modo que los residentes no necesitan calefacción.
"Fuera estamos a -5ºC en invierno y dentro nunca bajamos de los 19 ºC. Sólo en días en que no ha salido el sol, encendemos el pequeño radiador toallero del lavabo que distribuye el calor por toda la casa", explica.
Aunque el funcionamiento de la vivienda es 100% eléctrico, las placas solares producen más energía de la que consume esta familia, que también carga con ella un coche eléctrico que hace uno 4.000 km al mes: "Volcamos la energía excedente a la red eléctrica que la reparte por el pueblo. Si en algún momento nos quedamos sin electricidad por la noche, usamos la red y la comercializadora nos lo resta de la factura. El balance siempre es positivo", explica. No pagan más de 15 euros al mes en electricidad correspondiente a la potencia.
La familia está "contentísima" pero cuentan que en verano es "más difícil" mantener el confort térmico. "Toca el sol todo el día y el pueblo ha alcanzado los 40ºC. El primer año lo pasamos sin nada y no fue dramático pero este verano hemos instalado un aparato de aire acondicionado de poca potencia que encendemos durante las horas de más sol con la energía de las placas. No superamos los 25ºC dentro de la casa", explica.
Kike reconoce que la inversión en aislantes es elevada pero "no has de invertir en un sistema de calefacción". También reconoce que este tipo de casas requieren cierta dedicación: "Hay que pensar en abrir y cerrar persianas durante las horas de sol. Pero veo positivo que vivamos aprovechando los elementos de la naturaleza", explica.
El arquitecto Josep Bunyesc es el artífice de las casas de Jordi y de Kike: "Captamos el sol por la fachada orientada hacia el sur, que es por donde sale el sol en invierno, y trabajamos para que toda la carcasa tenga un buen aislamiento térmico. La casa mantiene el calor captado durante la noche. Funciona como un termo", explica a NIUS el arquitecto.
El impacto ambiental de los materiales también es importante: "Queremos un impacto ambiental bajo en el consumo energético y en los materiales, que son renovables", añade. La mayoría de estas casas están construidas en madera, piedra natural y usan aislantes naturales de fibras vegetales como la lana o el algodón.
Según el registro del arquitecto en las casas construidas, la estancia alcanza durante el día los 23 o 24 ºC y por la noche baja a los 20 grados. En verano, alcanzan los 26-27 grados en las horas de más calor.
"En verano es importante la ventilación. Colocamos persianas o vegetación que protejan del sol y buscamos una ventilación que rebaje la temperatura rápidamente. Intentamos que haya ventilación entre el tejado y la estructura y entre la cubierta y la fachada", explica. Cuenta que la construcción cuesta unos 1.500 euros el metro cuadrado.
Bunyesc reconoce que el interés en este tipo de casas ha aumentado en la última década. Entre sus proyectos más recientes está la construcción de 12 viviendas en Òrrius, cerca de Barcelona, o la construcción de "dos refugios de montaña a 2.500 metros, sin calefacción, que llegan a los 30 ºC en invierno", explica. También trabaja en la rehabilitación energética de edificios antiguos, como el centro cívico Can Portabella de Barcelona.
Jordi Oliveres fue uno de los primeros clientes de la región en creer en esta filosofía. Este ambientólogo construyó la suya en 2014 en La Pobla de Segur: "En ocho años los acabados han evolucionado mucho y la de Kike tiene elementos que la mía todavía no tenía", reconoce. La suya es toda de madera, está ubicada en un valle junto a un río. Calcula que paga 100 euros al año en electricidad más una quincena de sacos de pellets para una estufa que tienen instalada: "La encendemos sólo los días en que no sale el sol y no podemos captar energía solar", explica.
Otro de los motivos que lo animó a construirse esta casa es la fiabilidad del proceso: "Ahora existe una industria capaz de crear tu casa. La casa se monta en la fábrica a partir del diseño de un arquitecto, de modo que el proceso es controlable, la construcción más rápida y los precios son cerrados desde el primer minuto", defiende.
Jordi anima a vecinos que se interesan por la construcción: "Aquí ayuda el boca-oreja. Si ves un vecino que la tiene y está contento es más fácil de dar a conocer, si no, no te lo acabas de creer porque es mucho dinero", reconoce.