Las mejilloneras del Delta del Ebro registran la peor cosecha en décadas. Las altas temperaturas de la Bahía del Fangar han acabado con 150.000 kilos de la producción de mejillones preparada para la venta este año, una cuarta parte de la cosecha.
En el mes de julio la temperatura del agua superó los 28 grados, y ahora llega a los 30. “El problema no es esta temperatura, sino esta temperatura durante muchos días”, aclara Gerardo Bonet, gerente de la Federación de Productores de Moluscos del Delta del Ebro. Una temperatura elevada sostenida en el tiempo debilita a los mejillones. “A partir de los 26 grados, dejan de comer y, cuando pasan los diez días, comienzan los episodios de mortalidad”, explica Bonet.
Algo más grave ha ocurrido con la cría de mejillón para el año que viene, de la que se ha perdido “prácticamente el cien por cien”, según Bonet, “y ya no se puede recuperar”. Recurrirán a la compra de cría a Grecia o a Italia, pero los proveedores tampoco les pueden asegurar el éxito de la producción del molusco allí. Tendrán que esperar a que pase agosto.
Hace un año, la temperatura del mar era cuatro grados menor a la actual y la mortalidad de la cría fue mínima. Ahora, el agua alcanza en las bahías las temperaturas de un mar tropical. Este verano, además, no sopla la tramontana, ni se han producido tormentas que remuevan el agua y hagan entrar corrientes marinas más frías.
Desde la Federación de Productores de Moluscos del Delta ya estiman las pérdidas en un millón y medio de euros. La muerte de la cría de mejillón en el agua no solo dispara los costes de producción, sino que tener que exportarla también limita los beneficios.
Por su parte, hace años que adelantan la campaña para evitar las olas de calor en pleno verano, aunque esto repercute en la calidad del mejillón. Por ahora, han conseguido salvar la ostra, menos sensible a la subida de temperaturas, pero temen que la continuidad de las temperaturas elevadas provoque un episodio de anoxia que afecte también a otras especies.
Pero las mejilloneras no son las únicas afectadas por la subida de las temperaturas del agua del mar. Las piscifactorías también están notando las consecuencias del calentamiento. En la de Roses, Girona, esta temporada han sufrido picos de mortalidad en algunas jaulas de lubina y dorada.
Como en el caso del Delta del Ebro, nunca antes habían presenciado unas temperaturas tan elevadas durante tanto tiempo. Pese a que a la profundidad a la que se crían estas especies las temperaturas todavía son “relativamente tolerables”, Pere Planas, biólogo de la piscifactoría de Roses, afirma que el mar se encuentra entre dos y tres grados por encima de lo habitual.
“El problema será si siguen subiendo”, afirma Planas. Las lubinas y las doradas toleran temperaturas de hasta 25 o 26 grados. La elevada temperatura del agua se relaciona con una bajada de los niveles de oxígeno. “Si baja el oxígeno del agua, los peces mueren asfixiados”, explica el biólogo.
Hasta ahora, los peces están aguantando las temperaturas “bastante bien”, pero temen lo que pueda pasar si esta situación se alarga todavía más. Los productores de marisco y pescado están seguros de que será un problema al que se tendrán que enfrentar durante los próximos años.