No se ha cumplido la primera semana de agosto y ya es otoño para muchos árboles catalanes. La histórica sequía que atraviesa el país, que amenaza con la necesidad de imponer restricciones de agua en lugares insólitos, ha cambiado la imagen de los bosques de comarcas como la Garrotxa, la Selva y el Berguedà, algunas de las visiblemente más afectadas.
Las que más lo notan, especies tales como robles, pinos blancos, hayas, chopos y encinas, y no es algo habitual, ya que algunas especies lo hacen a partir de octubre. El resultado, una imagen típicamente otoñal a pesar de no haber superado el ecuador del verano y de que falte más de mes y medio para el cambio de estación. Y el impacto es transversal, también lo nota el turismo del Congost de Mont-Rebei, en jaque.
Sin embargo, “no todos los árboles se adaptan igual a la sequía”, aclara a este diario Enric Vadell, subdirector general de Bosques, organismo dependiente del Departament d'Acció Climàtica. “Mientras los de hoja caduca tienen como sistema de defensa dejar caer sus hojas en el momento en el que no aguantan más, otros reducen mucho su actividad y se secan”.
De esta forma, “si ves una pineda del Vallès y un hayedo o robledal en el Ripollès, seguramente crees que están sufriendo más estos últimos, pero no: todos sufren, solo que cada uno tiene su sistema de adaptación, unos lo están más que otros, y lo manifiestan así”.
Vadell así lo describe a falta de un mes para que el CREAF presente su informe anual sobre la evolución de los bosques, analizando la recuperación y el decaimiento de los bosques. “Algunos árboles se secan o tiran la hoja y parece que se mueran, pero no, porque cuando llega la primavera, vuelven a sacar la copa; eso sí, la sequía deja una parte del árbol muerto”, agrega.
Como consecuencia, los robles, por ejemplo, dejan de generar hoja en su parte más alta: “No se pueden permitir ocho metros de copa, así que sacan seis”. También las encinas, de hoja perenne, que “aguantan con la hoja todo lo que pueden y, cuando rebrotan, lo hacen desde abajo: los daños en sus tejidos son mucho mayores.
La ausencia de lluvias es responsable de la sequía que afecta a todo el territorio en mayor o menor medida. Una situación “terrible”, comparable a la del 2003, tras encadenar dos años de pocas precipitaciones desde el temporal Gloria descargara su furia. De hecho, “en muchos territorios, no han caído 30 litros por metro cuadrado en un episodio desde hace dos años”, lamenta el experto.
Algo que las altas temperaturas han empeorado. Son habituales dos o tres olas de calor cada mes de julio, pero este año se han avanzado y se llevan produciendo desde mayo. Además, ahora son más largas: lejos de durar cuatro o cinco días, lo hacen incluso más de una semana y media, con temperaturas superiores a 40 grados en algunos puntos de la comunidad.
En este sentido, Cataluña ha vivido un mes de julio entre los tres más cálidos medidos, junto a los de 2015 y 2006, siendo el más cálido en diversas comarcas del norte. Entre los días 11 y 25 de julio de 2022, se produjo una de las olas de calor más persistentes medidas en Catalunya, con más de dos semanas de calor superior al normal, según el Servei Meterològic de Catalunya (SMC).
“Hay que añadir un tercer factor”, aclara Vadell, asegurando que “la mayoría de los bosques que se secan están situados en suelos poco fértiles”. Estos tienen menor capacidad de retener el agua, por lo que allí donde hay mucha densidad de árboles, hay menos cantidad de agua disponible para cada uno de ellos. “Cuantos más haya, menos reciben y más sufren”, concluye.
Este estado de los bosques facilita la declaración de peligrosos incendios como los que azotan Europa y como los que han arrasado 200.000 hectáreas en nuestro país este año. Parte en Cataluña, cuyo mapa de alerta de incendios tiñe de granate prácticamente todo su territorio.
El fuego encuentra en la vegetación seca el combustible perfecto para arder, incide el subdirector de Bosques. “Cuando tienen un contenido de agua muy elevado, el incendio debe secar las hojas, las ramas… pero si esta parte fina del árbol ya está seca, ya se lo encuentra preparado y quema al instante”.
Vadell lo explica en su primer día de trabajo tras sus vacaciones, las mismas que ha debido modificar por los incendios del sur de Francia, y “allí no están acostumbrados”. Sobre el cambio climático, que altera los patrones de los ecosistemas, defiende una correcta gestión forestal que ayude a los bosques a adaptarse.
Y enumera: “Reducir el número de árboles por hectáreas para que cada uno tenga más recursos, garantizar que haya cuantas más especies mejor…”
Mientras tanto, los pantanos y acuíferos registran niveles críticos y la Agència Catalana de l’Aigua (ACA) ha declarado la alerta hidrológica en 135 municipios. Estos están comprendidos en las comarcas de la Anoia, Osona, el Ripollès, el Moianès, el Bages, el Berguedà, l'Alt Camp, el Baix Penedès, la Conca de Barberà y parte del Tarragonès.
Así, ha restringido el agua para el uso agrícola, ganadero e industrial un 25, un 10 y un 5 % respectivamente. Y ha establecido un límite de 250 litros de consumo de agua por persona y día.
Tampoco permite llenar fuentes ornamentales ni piscinas totalmente vacías, aunque sí rellenar aquellas que hayan visto evaporarse una parte del agua que contenían. También queda prohibido que particulares limpien la calle con agua de red y hay limitaciones en la limpieza de vehículos.