María Jurado, Ivet Bonito y Carla Esteban son tres de las incontables mujeres anónimas que se abren paso en mundos tradicionalmente de hombres. El suyo, el de la automoción. ¿Cómo? A base de coraje y ganas. Ganas de vivir de lo que les apasiona, el motor, pero también de romper con lo establecido. Porque "hay hombres que no aguantan que una mujer sea mejor que ellos".
Es la lección que enseña la vida cuando toca lidiar con clientes y jefes chapados a la antigua. Incluso con familiares. "Mi abuela no asume que sea mecánica a día de hoy. Es un tema de mentalidad, de que hace años se inculcaba que una mujer tiene que ser costurera, cocinera o panadera". 21 años tiene María; su abuela, 86.
"Siempre hay alguien de la familia que te puede decir "uy, qué raro" cuando le explicas que te quieres dedicar a esto", explica Ivet a NIUS. Esa es la primera barrera que, como ellas, se ven irremediablemente obligadas a romper. Las tres protagonistas de este artículo han recibido el apoyo incondicional de sus padres. La segunda barrera, la disparidad en clase.
Cuando Ivet —también de 21 años— comenzó Automoción en la barcelonesa Monlau Escuela de Formación (el mismo grado superior que María y Carla han estudiado), eran 28 alumnos; ella, la única chica. Hasta la llegada de una compañera, que elevó la representación femenina a dos personas: "Eso me chocó un poco, pero siempre me han tratado muy bien, tanto compañeros como profesores. También mi jefe en el taller de Granollers en el que hice prácticas".
María, que comparte con Ivet y Carla la misma experiencia en las aulas —"en clase, siempre he sido una más", explica— no ha tenido la misma suerte sobre el terreno. Y cuenta la conversación que tuvo con un hombre recientemente en un circuito:
-¿Pero sabes cambiar ruedas?
- ¿Y tú apretar un tornillo? ¿Verdad que sí? Pues yo también cambiar una rueda.
También la que mantuvo con el mecánico de un taller al que llevó su BMW para reparar un pinchazo:
-¿Esto de quién es? ¿De tu novio?
-No, mío.
-¿Qué es? ¿Un motor de 18?
-Pues no, lo he modificado y le he puesto uno de 200cv.
La indignación que siente por estos dos ejemplos y por tantos otras lleva a María a preguntarse: "¿Por qué la gente tiene que asociar que una chica tenga un coche de poca cilindrada por el hecho de que es mujer?", exclama la autora de una remodelación en la que ha invertido 16.000 euros y muchísimo tiempo y quebraderos de cabeza: "Es mi día a día, mi meta, por así decirlo. Vivo por y para mi coche y estoy muy orgullosa".
Esta aficionada al drift —estilo de conducción basado en el derrape para dar dirección al vehículo— sustituyó el motor de su BMW serie 3 E46 de 118cv por otro de 200, modificó las suspensiones, arregló las llantas y le dotó de una mayor y más potente aceleración, entre muchas otras confecciones. También le dio un lavado de cara al interior del habitáculo, con asientos de competición.
Quien también ha remodelado un BMW es Ivet, que también ha estudiado el grado de Mecánica de competición de coches en Monlau Motorsport. Al modelo 323 que le compró a un anciano por la aplicación de compra y venta online Wallapop, le ha instalado un motor de 231cv para jubilar el de 170 que traía, le ha renovado las piezas en mal estado, bajado la suspensión, arreglado la chapa y vinilado íntegramente. "Lo disfrutaré un poco, lo meteré en circuito y, cuando me canse o necesite dinero para la universidad, lo venderé".
Este es solo un ejemplo de lo que pueden hacer, a pesar de las reticencias: "Nosotras también nos manchamos las manos, igual que los chicos", reivindica María, que pronto se marchará a Valencia para trabajar en el taller de su pareja porque "en cualquier sitio te ponen a barrer, a hacer cambios de aceite o a vender recambios de piezas, pero yo no he estudiado dos años de automoción para ser recambista".
Asimismo, la dificultad de encontrar trabajo es evidente cuando el currículum de un mecánico va encabezado por un nombre femenino, según ha constatado Ivet: "He tirado muchos currículums y cuesta bastante que te llamen. He enviado 14 y vale que mi disponibilidad es de media jornada, pero solo me han llamado de un taller. Las chicas lo tenemos más difícil y a un chico no le pasa tanto".
Con 19 años, Carla sí ha encontrado trabajo, en un concesionario, resolviendo dudas sobre los modelos. Un cliente habitual le sugirió "ir en bikini y minifalda" en verano. Mientras, sus compañeros —hombres— han recibido comentarios sobre ella, tipo "¡Vaya fichaje!". Ella aguanta el tipo: es "la imagen de la empresa", dice, recordando que son "situaciones puntuales" y que principalmente las provocan personas mayores.
"Las cosas han cambiado, ya no hay aficiones para hombres o para mujeres, ya todo es para todo el mundo", le responde María a su abuela cuando esta le cuestiona su profesión. "Como te gustan las cosas de niños, podrías haber nacido niño", incluso le llegó a decir la octogenaria. "Joder, que alguien de mi familia me discrimine por mi género y mis gustos es jodido".
Afortunadamente, aquellos que piensan así son minoría, mientras que hay muchos otros ya normalizan que sea una mujer la que repare su coche. Tienen la esperanza de que episodios como los relatados en este artículo cada vez se den menos y que otras chicas sigan su camino: "Somos muchas y no debemos hacer a escondidas lo que nos gusta a escondidas o bajar la voz por el qué dirán".