Tiene miedo a ser reconocida. Le aterra lo que puede llegar a hacerle su expareja. Laura (nombre ficticio) tuvo el coraje de denunciarle por malos tratos pero su pesadilla no ha acabado. Teme que pueda hacer daño a su familia y a sus hijas. "A mí me protege una orden de alejamiento, pero a mis padres y hermana no les protege nadie", reclama. Desde que el agresor salió de la cárcel recibe amenazas a diario y a su padre "le pegaron tal paliza que quedó inconsciente y ensangrentado en el suelo".
Laura ha cogido fuerzas para contar su historia para visibilizar la situación que está viviendo y demostrar "la impunidad con la que actúan la mayoría de los maltratadores". Ella denunció por primera vez a su expareja en 2015 y desde entonces le está haciendo "la vida imposible".
Su pesadilla empezó cuando murió su suegro. "Le afectó mucho la muerte de su padre y empezó a drogarse y a beber. Se volvió muy agresivo y me culpaba de todo. Me insultaba a diario, no me dejaba trabajar ni salir de casa sola. El tenía mucha inseguridad y no me dejaba tener vida social. Al poco tiempo al maltrato psicológico se sumó el físico. En ese momento solo tenía a mi hija mayor, que vivió numerosos episodios de maltrato. Me pegaba patadas y puñetazos cada vez que se enfadaba", explica.
Laura asegura que tenía que esconderse en la habitación junto a su hija para protegerse. Al principio no era capaz de reconocer que estaba siendo víctima de malos tratos. "Me acostumbré a vivir con esta persona, tanto, que me volví a quedar embarazada. Ahí todo empeoró. Todo el dinero que entraba en casa era para drogas. Pasé mucha ansiedad. Yo no pensaba que era maltrato, pensaba que era lo habitual. Si me pegaba un puñetazo lo veía como normal. Le intentaba tranquilizar diciendo que era normal, que podía cambiar", asegura.
Relata que inclusó llego a normalizar las agresiones sexuales. "Dejaba que me hiciera lo que el quería para que parara. No era capaz de decirle que no. Al cabo del tiempo fui siendo consciente de que me estaba violando, aunque fuera mi pareja".
Convencida de que "iba a cambiar", la mujer animó a su pareja a ir a terapia para desintoxicarse de las drogas. "Pensé que si dejaba el alcohol y las drogas seríamos una familia normal". Pero no fue así. Lejos de cambiar su actitud, la llegada de un bebé lo complicó todo. "Estas personas nunca cambian. Un día tras una comunión ocurrió una de las agresiones más fuertes. Empezó a pegarme delante de la niña. Llamé a mi padre y vino a buscar a las niñas. Ese día mi padre me dijo que o le denunciaba o mi relación con ellos acababa. Y eso hice, le denuncié pero de poco sirvió".
Según Laura, las primeras veces que denunció no le pusieron orden de alejamiento. "El juez consideraba que mi vida no corría peligro. Le autorizaron a ver a mis hijas cada dos fines de semana. El venía acompañado de su madre y se las llevaba. Mi hija mayor no quería estar con el por miedo. Varias veces le pillé que se llevaba al colegio un cuchillo y me decía que era para protegerse de su padre", señala.
Un día el hombre dejó de acudir a las visitas de sus hijas y entonces le retiraron la custodia. Sin embargo, las amenazas siguieron hasta que gracias a una conversación telefónica pudo demostrar el acoso que recibía y finalmente le pusieron una orden de alejamiento.
"Se la saltó e ingresó en la cárcel por este y otros motivos. Al cabo de un año le dejaron libre por buen comportamiento y con un trabajo. Durante este tiempo yo he tenido que sobrevivir de cualquier forma para sacar adelante a mis hijas y el sale con un trabajo. No lo entiendo", denuncia.
Al salir de prisión el hombre empezó a amenazar a su familia. "El día del cumpleaños de mi pequeña mi padre venía andando desde su casa a la mía. Mi expareja y su hermano iban en coche, se bajaron del coche y le pegaron una paliza. Le dejaron tendido en el suelo inconsciente y con el ojo sangrando. Luego se fueron y la policía no hizo nada, solo me llamaron a mi para preguntar si estaba allí y si se había saltado la orden. Como yo no estaba no hicieron nada. Ahora estamos pendientes de juicio", relata.
Laura tiene miedo de que le pase algo a su familia, por eso, pide que también le concedan a ellos una orden de alejamiento. "Les llamo a todas horas para saber que están bien", asegura. También teme que su expareja vuelva a pedir la custodia de sus hijas. Ya no sabe qué hacer para protegerse y proteger a sus seres queridos. Lo ha intentado todo, pero asegura que la justicia la tiene desamparada. "Hasta que no me mate o mate a alguien de mi familia no harán nada, mientras yo sigo viviendo una pesadilla".