Ya no hay sitio en Coria del Río para la vida tranquila. En este pueblo junto al río Guadalquivir en la provincia de Sevilla, los mosquitos se han convertido en toda una pesadilla. El miedo habita sus calles noches y día. "A la plataforma nos llegan testimonios aterradores desde fallecimientos y de secuelas muy graves, una chica está vegetal y otros niños con convulsiones", dice Juan José Sánchez, portavoz de la plataforma Lucha Contra el Virus del Nilo.
“El próximo 19 vamos a hacer una concentración pacífica pero ruidosa", explica Juan José, "volvemos a pedir que se tomen medidas, fumigaciones, que se coloquen torres de biodiversidad, protocolos en los ambulatorios y una vacuna". Coria del Río se ha convertido en la capital de la lucha contra un virus que ya ha afectado a varios vecinos de la localidad como la madre de Antonio Tomás Pineda, que falleció el pasado 20 de julio.
“Mi padre fue uno de los primeros casos en 2016", nos cuenta Antonio, "él pudo salir con mucha dificultad, pero en esta ocasión ha sido mi madre la que se ha contagiada y el virus se la ha llevado por delante". Sin ninguna patología previa, su madre empezó con problemas para diferenciar los sabores. "Todo le sabía mal", explica su hijo. Luego llegó el malestar general, le dolía la cabeza y también en las articulaciones. Al poco comenzó a tener dificultades para caminar.
"Era una mujer fuerte era muy fuerte, jovial...", dice Antonio, que tras perder a su madre se queja de vivir una situación de abandono. “Cuando te toca una vez pues he tenido mala suerte, pero cuando me toca dos veces ya no es mala suerte, alguien no está haciendo lo que debe", lamenta su hijo, "las administraciones se tiran la pelota unos a otros”.
“Esto es una película de terror, una ruleta, no sabes a quién le puede tocar”, comenta Juan José de la plataforma. Esa ruleta señaló este verano a Luis Montero, un vecino de Coria del Río de 76 años que ya sí puede decir que ha superado el Virus del Nilo. “De buenas a primeras me empecé a encontrar mal: primero diarrea y luego ‘mijitas’ por todo el cuerpo como si fuera una intoxicación". Han pasado varios días y sigue sin tener ganas de comer. "Todo lo que me daban me sabía, igual", nos cuenta Luis que asegura que está cansado, "ahora no tengo fuerza ninguna, me cuesta caminar".
Poco a poco intenta recuperarse de lo vivido, lo peor ya ha pasado, pero en su cabeza sigue estando muy presente. "Por lo menos estoy aquí y voy tirando, no estoy como estaba, pero poco a poco si Dios quiere...”, dice Luis en un pueblo que hoy vive mirando al cielo donde vuelan los mosquitos del miedo.
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