En La Nava hay un santo que va de milagro en milagro. Se salvó de un incendio, estuvo 40 años en la casa de un vecino, lo compraron, lo acogieron y llegó a vivir solo durante un tiempo hasta que por fin ha encontrado su sitio. Pero para entenderlo, hay que poner en orden cada detalle de esta historia.. la de San Pedro, el santo que vive en un pueblo de solo siete habitantes.
San Pedro había llegado a La Nava a finales de los 70 gracias a una colecta de dos guardas forestales, entre ellos el padre de Ángel Carrascosa. "Empezaron a ir por los cortijos, vivienda por vivienda, para hablar con todos los vecinos y hacer una pequeña recolecta a través de donativos para comprar a San Pedro".
Por aquel entonces, los habitantes se contaban por decenas. Llegó a haber unos 300 vecinos, había escuela e hicieron una capilla donde guardaron a San Pedro. Hasta allí subía un cura para dar misa y allí iban los niños del pueblo para hacer su primera comunión.
Pero todo cambió en 1986. Ese año un incendio en La Nava, arrasó parte de este pequeño núcleo del municipio de Cazorla. Las llamas destrozaron entre otras cosas la capilla donde estaba San Pedro, pero por increíble que parezca, el santo salió intacto del fuego. "No sufrió nada la figura ni la cruz que había de madera", explica Ángel Carrascosa.
Entre los que ayudaron a apagar esas llamas estaban el guarda Juan José Galdón y su mujer, que cogieron a San Pedro y lo resguardaron en la misma casa forestal. Allí estuvo durante un tiempo hasta que Juan José se jubiló y decidió entregarlo a otros vecinos.
Sin una iglesia ni una capilla donde alojarse, San Pedro encontró refugio en la casa de Domingo y su mujer Elvira, vecinos también de la Nava. Aquí ha permanecido durante décadas cuidado por el matrimonio. "Lo han tenido muy bien conservado", comenta Ángel Carrascosa.
"La tenía en el dormitorio a los pies de la cama sobre la cómoda", explica Blanca, "parecía que no había estado en un incendio". Aquella imagen se quedó grabada en la memoria de Blanca que se prometió que algún día devolvería la imagen a un sitio donde todos pudieran verla.
Pasaron los años. Domingo y Elvira fallecieron y San Pedro siguió allí, viviendo solo en una casa vacía de un pueblo semi desierto. Fue entonces cuando la promesa de Blanca apareció de nuevo. "Cada noche al acostarme me acordaba del santo", cuenta a Informativos Telecinco, "algo me decía que había que sacarlo de allí".
Empezó hablando con la Iglesia, siguió por el Ayuntamiento y acabó tratando con el Parque Natural. "Yo no se ni cómo hacer solicitudes", pero las hizo y consiguió el permiso para construir una hornacina donde colocar a San Pedro. "Justo en una piedra donde yo comía de niña con mis abuelos", explica Blanca, que ha pagado la construcción de su bolsillo.
Este fin de semana, bendecido por el párroco, San Pedro salió por fin de la casa de Domingo y Elvira para colocarse en su nuevo altar donde todo el mundo puede verlo. La lucha, sin embargo, no ha terminado. La idea es conseguir restaurar aquella pequeña capilla que salió ardiendo hace cuarenta años para devolver a San Pedro al sitio donde siempre había estado.
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