Ían vive en un planeta llamado Camilo. Allí solo se oye su música y todos los cuentos tienen al cantante como protagonista. Si hay que hacer ejercicio, mejor al ritmo del artista y hasta las fisioterapeutas se ponen caretas de Camilo para animarle. "Su música le motiva", dice Judit Cañas, su madre.
Todo empezó hace un par de años. "Aún era un bebé y un día no había manera de que comiera", explica su padre Juan, "ni biberones de 30 mililitros porque tenía reflujo y lo vomitaba". Habían probado con todo el catálogo de canciones infantiles para entretenerlo, pero nada funcionaba.
"De repente pusimos Camilo y el bebé se quedó sorprendido", recuerda ahora su padre. Desde entonces el artista colombÍano se ha convertido en una pasión que va con él a todas partes. "Si vamos al parque, Camilo, cuando va en el coche, Camilo...", y vaya donde vaya Camilo siempre le acompaña.
Ían conoce casi todos sus temas, aunque no siempre quiere los mismos. "Va por rachas, ahora le gusta mucho la de Naturaleza", explica su madre, "y la de Tutú es la que más le gusta, no para de bailarla". Se sabe las letras y a su manera las canta, "aunque le cuesta pronunciarlas y muchas veces se queda por detrás y se pierde".
Ían es mellizo. Junto a su hermana, los dos nacieron con 32 semanas. "Su hermana Arya pesó 1.700 gramos y él 1.100", recuerda su madre emocionada, "eran dos niños prematuros, pero crecían a ritmos diferentes". A Ían le costaba coger el biberón, por ejemplo, y metía las manos hacia dentro.
"En un principio parecía que nació bien, pero le hicieron una ecografía en la cabeza y detectaron una manchita"... esa manchita minúscula escondía algo grande de nombre impronunciable, Leocumalacia Periventricular Grado 2. "Ían tenía una parálisis cerebral", dicen sus padres.
A sus tres años Ían aún no camina, pero lo intenta. Para conseguirlo sus padres tienen un calendario repleto de citas médicas cada semana. Fisioterapeutas, atención temprana, terapia ocupacional... y una vez al año viajan desde Almería hasta Guadalajara para acudir a la Fundación Nipace, donde Ían recibe un tratamiento intensivo durante todo un mes.
Y allí donde va, siempre está su planeta Camilo. Acompañándole a cada paso que da y en cada viaje que hace. Ahora sus padres le han comprado entradas para el concierto que el artista colombÍano dará en junio en Granada, dos días antes de su cumpleaños. "Sería un enorme regalo que lo conociera", dice su padre.
Amigos y familiares, médicos y compañeros, todos se han volcado ahora para intentar que Ían conozca a su ídolo. "Todo el mundo le está ayudando, porque todo el mundo le quiere", dice Judit, "y es que Ían es maravilloso, sonríe a todas horas"... aunque hay algo especial en su sonrisa cuando la música de Camilo suena.
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