A las diez de la mañana 700 personas soñaban en Málaga con tirar la mejor cerveza de su vida... y lo hicieron. Pero ninguna fue tan buena como la de Marta, una malagueña de 33 años que acaba de ganar el concurso de tiradores de cerveza de Andalucía con una caña perfecta. Y ahora no dejan de pedírsela en el local donde trabaja.
"La repercusión ha sido brutal, viene gente de todas partes para que le ponga una cerveza", dice Marta Cassini, que lleva en el mundo de la hostelería casi media vida. Con tan solo 18 años empezó a trabajar de camarera de sala y desde entonces siempre ha estado delante o detrás de una barra.
Sus primeras cañas las echó en Málaga, en el barrio de Pedregalejo. Allí pasó por una marisquería antes de dar el salto a Formentera. Quería cambiar y empezó a trabajar en un hotel de sumiller, para lo que se había estado formando a través de varios cursos de la Junta de Andalucía. Pero después de unos años regresó a Málaga y entró a trabajar en el Candado Beach.
Después de 17 años de trabajo es incapaz de contar el número cervezas que ha tirado, pero solo en un día asegura que puede servir unas 200 cañas. Lo hace ya casi sin pensarlo, tiene memorizados en las manos los movimientos del grifo y el vaso. "Tardo segundos", confiesa Marta, "hay que hacerlo lo más rápido posible".
Pero los tiempos de un bar no son los de un concurso. Por eso el día que se enfrentó a 700 hosteleros para tirar la mejor cerveza de Andalucía se lo tomó con más calma. "Te da mucho miedo, cuando estás dentro de la barra no te están mirando todos los clientes", dice Marta. Allí la observaba el público y no le quitaba ojo el jurado elegido por Cervezas Victoria, organizadora del evento.
Con los nervios en su contra y la experiencia a su favor, Marta hizo lo de siempre... pero mejor. Enjuagó bien el vaso, lo aguantó en la mano. Luego abrió para que cayera el efecto de la presión y solo entonces colocó el vaso a 45 grados bajo. "Para que caiga sobre el cristal y resbale sin dejar espuma".
A continuación, Marta cortó el grifo en seco y volvió a abrirlo poco a poco para que cayera la crema lentamente. Porque no es lo mismo espuma que crema. "La espuma tiene presión y desaparece", explica la joven malagueña, "en cambio la crema se mantiene en el vaso y siempre la tienes". Es esa frontera entre la cerveza y el aire, el antes y el después de un buen trago.
"Cuando me dijeron que ganaba no me lo esperaba porque había mucho nivel", dice Marta, que ganó con dos cervezas. "Una era para la parte izquierda del jurado y la otra para la parte derecha". Y las dos partes coincidieron: las cañas eran perfectas. Dos cervezas que nadie se bebió, pero que Marta nunca va a olvidar.