Cada día, Raquel vuelve a morir en el recuerdo de su madre: atropellada mientras salía de un cumpleaños junto a su hermano, en un pueblo de Almería. "Ahora tendría 32 años", dice Mari Parra que lleva dos décadas reviviendo el último día de su hija en su cabeza.
Aquella tarde del 6 de enero de 2004, Raquel tenía tan solo 12 años. Por la mañana había recibido los regalos de los Reyes Magos y por la tarde celebraba el cumpleaños de su prima Esther en los Carasoles, una pedanía de Zurgena, en Almería. "Había pasado allí las navidades con sus tíos porque nosotros trabajábamos", cuenta su madre.
Aquella tarde se volvían ya todos para su casa en Pulpí. Al día siguiente Raquel empezaba en el instituto, así que antes quiso despedirse de los amigos que allí tenía. Por el arcén de una carretera recta y ancha, la pequeña iba caminando con su hermano Roberto, su tío y la hermana de su tía. "Iban en fila india, mi hija la primera y su tío el último", explica Mari.
De repente un coche en sentido contrario al que caminaban los cuatro, se salió de la carretera y se subió al quitamiedos arrollándolos a todos. "A mi hijo lo arrastró 30 metros sobre el capó hasta que chocó contra un árbol", dice su madre.
En aquel momento, una ambulancia de traslado que pasaba por la zona se detuvo y atendió a su hijo Roberto, que estaba estaba lleno de cortes y heridas. "Raquel en cambio no tenía ni un arañazo", dice su madre, "solo estaba tirada en el suelo de lado y con los ojos cerrados... Parece que dormía".
Cuando Mari llegó al lugar del accidente no le dejaron acercarse a su hija. En ese momento una mujer desconocida se fue hacia a ella e intentó tranquilizarla. La madre de Raquel recuerda lo que le dijo palabra por palabra: "Tranquila, tú hija está viva me ha dicho que se llama Raquel y que estaba allí porque era el cumpleaños de su prima Esther".
Después de aquello, se dieron un abrazo y la mujer desapareció entre los nervios del momento y las luces de las ambulancias. De repente oyó a su hermano decir otra frase que no olvida: "Mari, la Raquel no respira". Pero su hija murió justo entrando en el hospital... y aquella mujer desconocida se convirtió en la última que la vio con vida.
"Era rubia, tenía entre 30 y 40 años y debió parar el coche para ayudar porque no la había visto nunca antes por aquí", dice Mari. Intentó saber quién era hace 20 años, pero no consiguió localizarla. Desde entonces la busca para agradecerle que acompañara a su hija en sus últimos momentos.
"Necesito darle las gracias y que me repita lo que le dijo mi hija ", dice Mari, que espera que su mensaje le llegue a ella o alguien de su entorno. "No se si eso es hacerme más daño o me dará algo de paz", confiesa la madre de Raquel, "pero necesito saber lo último que dijo".
Es el consuelo para una madre que revive el último día su hija a diario y se pregunta una y otra vez que habría pasado si aquel coche no los hubiera atropellado. "Pienso si ya sería madre y yo tendría nietos", lamenta Mari... Y entre los recuerdos de lo que no ha pasado se cuela siempre el abrazo de esa mujer desconocida que estuvo al lado de Raquel antes de morir.