Eric, el hostelero de Torremolinos que hace descuentos a sus clientes por sonreír o por ser amables
La idea del hostelero es buscar hacer algo más dulce el momento más amargo de la comida: pagar la factura
Se descuenta cinco céntimos por la amabilidad, la generosidad, la sonrisa, la paciencia y por recomendar
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Eric conoce bien a sus clientes, quizá no sabe lo que le gusta a cada uno de ellos, pero no se equivoca en lo que todos odian... el momento de pagar. "La factura es siempre lo más doloroso", dice este hostelero de Torremolinos, que acaba de dar con la clave para hacer más dulce el momento más amargo de la comida.
"Hemos añadido cinco renglones en la factura", explica Eric Guibet. Cinco pequeños descuentos que apenas reducen el precio pero que muchos clientes agradecen. "Descontamos un céntimo por la amabilidad, otro por la paciencia, uno por recomendarnos y otro más por la generosidad".
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El quinto descuento es por la sonrisa y suele aparecer cuando los clientes terminan de leer la factura. "Es algo gracioso", reconoce Eric, "y a la gente por lo general le gusta". Otros sin embargo se asustan en un primer momento al ver una factura tan larga.
Descuento por mesa
Cuando la leen y ven el descuento también hay quien quiere aprovecharse un poco. "Más de una vez nos han dicho que el descuento tiene que ser por persona y que le rebajemos más", explica Eric, pero los cinco céntimos son simbólicos, únicos y por mesa. Eso sí, no hace falta comer, el descuento también se aplica a quien va tomarse unas tapas o al que solamente ha pedido un café. "Al final aquí se vienen a comer y beber y hay que intentar que disfrute en todo momento", dice el hostelero, incluso pagando.
Desde los 18 años, Eric siempre ha trabajado en la hostelería, dentro y fuera de España. Un mes antes de la pandemia decidió abrir su propio restaurante en Torremolinos, Tres14 tapas&café, que tuvo que cerrar casi de inmediato. Ahora con la inflación, buscaba una forma simpática de ayudar.
La idea del descuento por buena actitud del cliente le llegó a Eric de Barcelona. Allí vio un cartel que rebajaban el precio a cambio de sonrisas. Decidió recuperar la idea para su negocio, pero quería que el descuento apareciera en la factura. Y así lleva un año perdiendo cinco céntimos de cada cuenta a cambio de ver sonreír a sus clientes a la hora de pagar.