Durante una inspección rutinaria de la Policía Local de Sevilla aparecieron en una tienda de ultramarinos 261 cajetillas de tabaco. Las vendían sin licencia alguna y fueron intervenidas en ese mismo momento. Pero cuando los agentes se las llevaron se dieron cuenta de algo: en las cajetillas no ponía Chesterfield, habían escrito Chesterfriend.
Los falsificadores cambiaron tres letras de la marca. Esa era la única diferencia con el paquete de tabaco original. Todo lo demás era igual: tipografía, colores, diseños... hasta tenían impresos los mensajes de advertencia sanitaria aconsejando dejar de fumar.
No es la primera vez que una falsificación cambia ligeramente las letras o el logotipo de una marca. De ahí las camisetas Apidas, los calzoncillos Caiwen Kani o recientemente los bolsos de Bimba y Lola donde no hay ni rastro de Lola por ninguna parte.
Pero, ¿por qué copiarlo todo y luego cambiar el nombre? En la respuesta está la trampa que usan los falsificadores para esquivar algunas sanciones. "Intentan hacer pasar sus productos por imitación y no falsificación", explican desde los servicios jurídicos de la Asociación para la Defensa de la Marca, ANDEMA.
"Si se considera una imitación el juez puede estimar que no es su competencia, sino que se trata de un caso de competencia desleal", aseguran desde ANDEMA a Informativos Telecinco. De este modo no supondría una infracción penal y los responsables "solo se enfrentarían a una sanción económica y no una pena de prisión".
En concreto, los falsificadores tratan de evitar el apartado segundo del artículo 274 del Código Penal que castiga con las penas de seis meses a tres años de prisión a quien distribuya sin consentimiento del titular productos "que incorporen un signo distintivo idéntico o confundible" con otro ya registrado.
Para que este artículo se les pueda aplicar y un juez los pueda sancionar, "antes hay que hacer lo que se denomina el juicio de confundibilidad", aseguran desde Altadis, "es decir, una valoración acerca de en qué medida la falsificación ha sido o sería capaz de inducir a error y confundir a un consumidor medio, ni especialmente atento ni muy despistado".
Todo dependerá de si además de cambiar alguna letra, cambia o no el aspecto. Si las marcas se parecen en los colores, tipo de letra... el falsificador no evitaría una condena penal "porque es muy posible que un consumidor medio las confunda a un simple golpe de vista", explican fuentes de Altadis.
Otras veces ocurre que las marcas en el producto llegan sin terminar a España con la intención de burlar las aduanas. "Eso pasa con las típicas bandas de Adidas, las tres líneas", explican a Informativos Telecinco. Llegan a nuestro país como si fueran solo una y luego aquí las recortan para que sean tres.
Lo mismo ocurre con el logotipo de Channel. Las dos ces en ocasiones llegan como dos círculos y luego con un cútter retiran una parte de cada círculo para convertirlo en el símbolo de la marca. De esta forma si los detienen en la aduana pueden alegar que no se trata una falsificación, sino de una imitación.
Los dos términos se usan a veces como si fueran lo mismo y no lo son. La página de ventas Wish explicaba a sus clientes que los productos falsificados están diseñados para parecer auténticos, utilizando las marcas registradas "para engañar a los consumidores haciéndoles creer que han comprado un producto genuino".
Sin embargo, la imitación puede parecerse, pero no es idéntica al original. "Las imitaciones no contienen marcas o logotipos que sean idénticos a los del producto original", explica la página Wish, "por ejemplo, los artículos de imitación pueden tener el nombre de la marca mal escrito en el producto y los consumidores pueden entender que no están comprando un producto auténtico".
La realidad es que hay muchos más factores que permiten identificar que estamos comprando una falsificación y que van más allá de logos y marcas, como por ejemplo puede ser el precio, la calidad de los materiales o el mismo lugar donde estamos adquiriendo el producto.
De hecho, la propia Asociación para la Defensa de la Marca colabora con las autoridades en cursos de formación para agentes de policía que les permita identificar cuando están delante de un producto falsificado.
España es el segundo país europeo en consumo intencionado de falsificaciones, solo después de Bulgaria, y los datos van en aumento. Solo en la franja de edad comprendida entre los 15 y los 24 años, el 49% de los jóvenes españoles reconocían haber comprado a propósito falsificaciones.
Según un informe presentado por ANDEMA este mismo verano, ocho de cada diez españoles son conscientes de los perjuicios que provocan las falsificaciones para la economía. Sin embargo, un tercio de los europeos justifica su consumo por el elevado precio del original... el coste de vestir ropa fuera de todos los controles o de fumar un paquete de Chesterfriend está aún calcular.