Con solo 11 años Francisco estaba haciendo historia, pero él aún no lo sabía. Solo era un niño ayudando a su padre a colocar plásticos sobre una extraña estructura de metal. Estaban construyendo juntos el primer invernadero de toda la península ibérica en Roquetas de Mar, en la provincia de Almería.
Su padre era Paco el Piloto. Nacido en Roquetas, empezó a trabajar desde pequeño. Pastor, motorista de barcos de pesca, vaquero en un cortijo y por último agricultor... "No había estudiado", dice su hijo, pero tenía una mente inquieta, "nunca paraba de idear cosas". Por eso, cuando el Instituto Nacional de Colonización puso en sus manos una parcela del campo de Dalías para que intentara sacar provecho de ella, se puso manos a la obra.
"Él siempre estaba haciendo cosas con plásticos, en el suelo, tunelillos...", explica su hijo. De hecho, dos años antes había probado a cubrir con plástico la estructura de un parral hecho con palos y cañas. Sin embargo, fue en 1963 cuando dividió su parcela en varias partes: una la dejó al descubierto, otra la cubrió con un plástico y sobre una tercera colocó el famoso doble techo.
Francisco aún recuerda a los vecinos acercarse hasta su parcela para ver lo que estaba haciendo su padre. "Pensaban que estaba loco", dice su hijo, pero los resultados fueron impresionantes. Bajo el doble techo de plástico recogieron más del doble de cosecha que en el trozo de terreno que dejaron al descubierto.
Era el comienzo del milagro de Almería. Una tierra árida y de agua salina donde apenas crecía nada y que iba camino de convertirse en la huerta de Europa. Aun quedaba mucho para eso, pero el plástico de Paco El Piloto ya era todo un éxito. "A partir de entonces nos llamaban para hacer invernaderos", dice el hijo de Paco.
De pueblo en pueblo, aprovechaban los veranos para levantar nuevos invernaderos. "Hicimos el primero de Níjar y el primero de La Rábita, en Granada", dice Francisco, que solo cobraban por construirlos, "mi padre nunca quiso patentarlo", explica su hijo, "decía que era para todos, para que pudieran trabajar más".
Durante varios años más siguió creando nuevas formas y estructuras para mejorar su idea. "Si no hubiera muerto tan joven... dónde habría llegado", se pregunta hoy su hijo. Sin embargo, su padre falleció con tan solo 51 años, en 1973. Habían pasado diez y aunque aun era pronto, a Paco El Piloto le dio tiempo de entender la magnitud de lo que había creado.
"Cuando él murió ya había unas 800 hectáreas de invernadero", dice su hijo Francisco. Hoy hay más de 30.000 hectáreas cultivadas bajo plástico solo en la provincia de Almería. La mayor parte de los invernaderos se encuentran en la zona del poniente, allí está el mar de plástico de El Ejido, una de las pocas construcciones humanas que se ven desde el espacio... y que empezaron a levantar con sus manos, hace ahora 60 años, un padre y su hijo.