Teia Enrich, la sastra de Barcelona que lo dejó todo para coser en una urbanización nudista de Vera

La vida de Teia Enrich está hecha de retales. Siempre vinculada al vestuario, ha trabajado cosiendo para teatros, televisiones y hasta unos juegos olímpicos. Pero un día decidió dejarlo todo, abandonar su ciudad y mudarse a un pueblo que no conocía de Almería, donde ahora es la sastra de una urbanización nudista, donde nadie lleva ropa.

Antes de llegar aquí, Teia pasó décadas trabajando en Cataluña. En el Liceo de Barcelona cosía los trajes que salían a escena y trabajó en el departamento de vestuario de la productora de televisión Gestmusic, en programas como Menudo show o Lluvia de Estrellas

Incluso llegó a ser jefa de sastrería en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. "Éramos 18 chicas, tres coordinadoras con seis costureras a nuestro cargo cada una", explica Teia, que tuvo que coser en una pista de balonmano la bandera de un país de forma improvisada. "Venía pegada por termofusión y al volar en la bodega del avión, el frío la despegó", explica a NIUS.

No es su única anécdota de aquellos juegos. Teia recuerda bien cuando tuvieron que arreglar 300 trajes de gitana con urgencia para uno de los espectáculos. "Las bailarinas llevaban un abanico y nadie había pensado que necesitaban un bolsillo para guardarlo".

Cambio de rumbo

Cada puntada de su historia va formando un traje que se quitó hace ahora dos años. Teia decidió dejarlo todo atrás, cogió su máquina de coser portátil y puso rumbo a Vera, un pueblo del levante almeriense que nunca había visto. "Quería venir al sur y me hablaron de este lugar", cuenta a NIUS.

A través de Google Earth recorrió todas las calles del pueblo y vio fotografías de sus playas. Al final, se enamoró de Vera a través de una pantalla. "En noviembre de 2021 viajé a Vera y vi un pequeño apartamento en venta", explica Teia. Dos meses más tarde lo había comprado y se vino a vivir aquí.

Desde entonces, reside en una urbanización nudista de la costa de Vera, donde ejerce como sastra. "Hago toda clase de trabajos: cortinas, ropa de cama...", dice Teia, "no toda la costura acaba en el vestuario". Aunque lo cierto es también hace arreglos de ropa para la comunidad nudista.

"No siempre vamos desnudos", explica a NIUS. La propia Teia asegura que dentro de su casa prefiere ir vestida. "Me siento más cómoda por ejemplo para coser o para cocinar". También se visten cuando van a comer fuera de la urbanización. Parte de esa ropa acaba en las manos de Teia. 

"Aquí no hay muchas tiendas y se compra mucha ropa online", nos confiesa. Al probársela en casa muchas veces sus clientes ven que es necesario adaptarla y llaman a Teia. Además, hay épocas en las que no siempre van desnudos. "Somos nudistas, no tontos", exclama la costurera, "en invierno hace frío y vamos vestidos".

Carga de trabajo

No le falta trabajo en esta urbanización nudista. Pero además le llegan a menudo clientes textiles, incluso procedentes de otras localidades cercanas, como Mojácar, Garrucha o Villaricos. "Cada vez la gente cose menos", dice Teia, "ya no saben ni poner un botón o hacer un dobladillo".

Y todo esto sin que Teia tuviera nunca la intención de seguir cosiendo una vez que abandonó Barcelona... y mucho menos en una urbanización nudista. Sin embargo, se vio obligada a hacerlo. "Mi paga aquí es más bajita", dice Teia, "pero como me va bien y me gusta hacerlo... no me importa".

Hoy, al echar la vista atrás, asegura que no se arrepiente de nada. Además de la costura, da clases de ganchillo a sus amigas, ha creado un grupo de senderismo y suele hacer rutas culturales por una tierra que hace menos de dos años ni siquiera conocía. El lugar que nunca había pisado es el lugar donde Teia tiene ahora su familia.