Pasean por la Alhambra como si fuera su casa porque es su casa. Más de 60 gatos, todos con nombre y todos con microchip, conviven con turistas y trabajadores del monumento más visitado de España. Son los sultanes, los únicos que cuando las luces se apagan y todos se marchan, siguen durmiendo a la sombra de la Alhambra.
Maya Huerta los conoce a todos. Junto a Olalla García, de la asociación de protección animal La Troupé, fueron las encargadas de realizar el primer control de la colonia de gatos de la Alhambra en 2018. "Cuando llegamos los gatos eran como palomas", dice Maya. Se acercaban a la plaza del aljibe en busca de comida porque sabían que allí los turistas solían comerse el bocadillo. "Les echaban desde pan hasta patatas fritas", comenta Maya.
Lo primero que hicieron fue un censo con todos los gatos. Les pusieron nombres y microchips. "Usábamos nombres de dinastías como Alhamar, Yúsuf...", cuenta a NIUS. Pero no hay dinastías para tanto gato y acabaron inventándose algunos otros como Mofletes, Ongombo, Caliué o Chumatri. Otros gatos ya tenían nombre cuando ellas llegaron, como Tejero o Evaristo. Se los habían puesto antiguos trabajadores.
Una vez identificados, lo siguiente fue esterilizarlos para que la colonia no siguiera creciendo. Por último, los sometieron a una estricta rutina de comidas, que no fue nada fácil. Los animales se movían y se mueven con libertad por toda la Alhambra. "Son territoriales y se dividen por grupos", dice Maya, así que unos estaban por el aljibe, otros por la alcazaba... Y Maya y Olalla siguiéndolos por todas partes. "Les llevábamos la comida al territorio de cada uno para que no tuvieran que desplazarse", cuenta Maya.
Ahora empezaba otra lucha, impedir que los turistas le siguieran dando de comer. "Hay gente que no sabe que ya están alimentados", dice Maya, que casi a diario tenía que explicar que los gatos ya recibían un pienso especial y comida húmeda. "Hay que evitar que se le de más alimento del que ya tienen en su gestión", explica a NIUS.
Poco a poco lo fueron consiguiendo. Cuando Maya y Olalla empezaron a trabajar, los gatos se acercaban a los turistas para conseguir algo de comida y se dejaban tocar sin problema. "Hoy puedes verlos por la Alhambra tomando el sol, en una fuente o correteando por allí", nos cuenta Maya, "pero ya no se dejan acariciar tan fácilmente".
Así estuvieron casi dos años, observando y alimentando a los animales a diario. "Los reconocía de lejos solo por su forma de andar, por donde se ponen", dice Maya. Luego llegó la pandemia y con ella se puso fin a su trabajo. "Ya no podíamos ir a alimentarlos porque se estableció el cierre de todo y no nos autorizaban a entrar", cuenta a NIUS.
A partir de entonces, el Patronato de la Alhambra sacó a licitación el mantenimiento de los gatos que una empresa lleva ahora a cabo. Maya y Olalla se encargaron de la capacitación de algunos de sus trabajadores. Aun así, siguen subiendo a la Alhambra para ver a sus sultanes cada vez que pueden y los días 25 de diciembre y 1 de enero siempre les llevan una comida especial.
"Son preciosos", dice Maya, incapaz de olvidar uno solo de los nombres de estos gatos que habitan el monumento más visitado de España. Y ahí siguen, como si el tiempo no pasara, sesenta gatos en Granada repartidos por la historia de la Alhambra.