Tenía 14 años cuando cogió por primera vez una corneta. Desde entonces Dani de Baza se ha convertido en su mayor defensor. La ha sacado de la música cofrade, la ha acompañado a buscar otros ritmos y otros públicos. Con ella ha viajado hasta China y con ella acaba de conquistar Nueva York, donde ha grabado su último single, Liberty, que acaba de ver la luz.
"De niño yo flipaba viendo tocar la corneta en las bandas de las cofradías", dice Dani. Por aquel entonces, estaba en Baza y llegó a formar su propia banda con amigos para aprender a tocarla. Se llamaba la Banda de Tambores y Trompetas de Nuestra Señora de la Esperanza de Baza. La banda desapareció, pero Dani siguió tocando.
Pronto dio el salto a Granada. "Siempre he estado moviéndome por bandas", explica Dani, que al poco viajó con su corneta a Sevilla donde durante muchos años la hizo sonar en la Banda de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas. Allí fue donde conoció al que hoy es su mano derecha, el compositor Agustín Castro.
Cada composición que llevan a cabo es un paso hacia delante que da la corneta, considerada el instrumento más difícil de tocar del mundo. "Tiene esa fama porque requiere mucho esfuerzo físico y la afinación la haces tú", explica Dani de Baza, "pero ese mismo esfuerzo es lo que hace que la corneta le transmita muchísimo al público".
Dani y Agustín han sacado ya dos discos en los que la corneta deja de ser un instrumento cofrade. "La corneta no solo hace música para Semana Santa", dice Dani, que lucha por buscarle su sitio entre fusiones con saxofón, quintetos de metales o bandas de música. "En muchos ámbitos no lo consideran ni un instrumento", explica a NIUS.
Su último trabajo es Liberty, que en apenas unas un fin de semana ha alcanzado más de cien mil visualizaciones. "Este es el single y luego seguramente vendrá un disco que será la segunda sinfonía de cornetas", adelante Dani. La primera sinfonía fue Inmensity, compuesta por Agustín Castro, cuyo éxito les llevó de gira tres veces a China.
Ahora han grabado el videoclip de Liberty en Nueva York. "Ha sido una experiencia impresionante", dice Dani. Allí también hay cornetas, pero son largas y sin llave, todo lo contrario que la española. "Cada vez que empezábamos a rodar la gente se acercaba a hacerse fotos".
Cuando dejaban de rodar y Dani bajaba la corneta, la expectación seguía y muchos le pedían que volviera a tocar. De hecho, ya le han invitado a presentar su nuevo trabajo en el Congreso Internacional de Trompetistas de Minneapolis este verano. Es la magia de un instrumento desconocido pero que a todos llega.