En el Zoo de Jerez están de luto. Hace pocos días, perdían a su faisán macho que ha fallecido a punto de cumplir los 25, batiendo el récord de longevidad de una especie que no suele vivir más allá de los 15. Papuchi, que fue padre con casi 23 años, se ganó su nombre a pulso. “A una edad a la que se supone que debería estar muerto, seguía criando”, nos explica Íñigo Sánchez, biólogo y conservador del centro.
Llegó a Jerez con apenas dos años, procedente del de Bristol (Reino Unido). Aquí, Papuchi estaba a cuerpo de rey. Buena comida, buen clima y bienestar a los que se aferraba este faisán, desafiando así a las leyes de la naturaleza de su especie. “Que haya vivido tanto tiempo es indicativo de que estaba en las condiciones óptimas”, reconoce Sánchez.
Después de más de dos décadas, lo echan de menos. “No son mascotas, pero inevitablemente se les coge cariño y él llevaba mucho tiempo con nosotros”, reconoce el biólogo. Aquí quedan ahora sus dos hijos, que serán trasladados a otros zoos europeos, y su viuda. “Ya hemos solicitado a los coordinadores del programa internacional de cría en cautividad, que nos asignen un nuevo macho que sea compatible con la hembra”.
Papuchi era un faisán de Palawan, una especie procedente de la selva lluviosa de las islas que llevan este nombre, en el archipiélago de las Filipinas. Dada su pequeña área de distribución y el exceso de capturas que ha sufrido por parte de coleccionistas, se encuentra actualmente en grave peligro de extinción.
En zoos como el de Jerez se encargan de que, en cautividad, esta especie siga viviendo en nuestro planeta. Una filosofía que Papuchi llevó al extremo y que será difícil de superar por los que vengan detrás.