Las historias que llegan a ‘Babysalus’ se repiten con frecuencia. Las llamadas de las familias interesadas suelen coincidir con la petición de ayuda ante la desesperación de no conseguir que los hijos duerman. Algunas familias han optado por subir a la criatura al coche a las 4 de la madrugada para hacerlo dormir, también está la experiencia de una madre que camina alrededor de 10 kilómetros al día con el mismo objetivo, o los que encienden la campana extractora como ruido blanco, o las madres que no consigan que duerman si no es en el pecho durante casi toda la noche. O el caso de Estefanía y Miguel, quienes durante 6 meses han dormido a su hija rebotando en una pelota de pilates para después hacer una intervención que, bien parece quirúrgica, para que no se despierte en el traspaso a la cuna. Todo esto funcionó hasta que el cansancio de día tras día u otros motivos, como los laborales quizá, no permiten semejantes hazañas. Llegados aquí, como los demás, marcaron el teléfono de ‘las salus’.
Están repartidas, unas 28 especialistas, entre Madrid, Barcelona y Málaga. Son las tres sedes oficiales pero se desplazan por todo el país. Son personal sanitario, especialistas en cuidados del bebé que han conseguido inventar y aplicar una metodología que ha cambiado la vida de muchas familias. “Enseñamos a bebés desde los 6 hasta los 18 meses a dormir en 15 noches”, relata a NIUS Magdalena Ortiz, directora de Babysalus.
La idea surgió de la necesidad de las familias con las que trabajaban hasta que encontraron la fórmula convertida en un éxito. Es un reclamo de las familias que se lo pueden permitir porque, contratar una salus, cuesta alrededor de 1.700 euros las 15 noches. Primero hacen una entrevista con los padres para “conocer al niño, las rutinas establecidas en casa y a partir de ahí elaboramos un plan de sueño”, relata Magdalena. No existen dos rutinas iguales porque no hay dos niños iguales, ni todos reaccionan de la misma manera. El plan es totalmente personalizado.
Lo que sí es similar es la forma de proceder de las salus. “Suelen llegar un domingo, sobre las 8 de la tarde y nos quedamos toda la noche con el bebé en la habitación”, explica. Los padres pueden seguir todo lo que pasa en el dormitorio a través de dispositivos como cámaras de vigilancia y, al amanecer, tienen un mensaje con todos los despertares y observaciones del niño.
Las primeras seis noches, las más duras, se encarga la profesional y, la séptima, suele ser para los padres. A partir de ahí, otra valoración, para seguir el camino de las próximas noches. Durante el día, son los progenitores los que tienen el trabajo. “Ellos tienen que encargarse de las siestas durante el día”, relata Magdalena. Se forma un equipo entre la salus y los padres porque tienen que seguir las pautas recomendadas. Esto quiere decir que, si antes dormía al bebé en brazos, a partir de que la experta entra en tu casa, hay que dormir en la cuna. “Nuestro mayor reto es que los padres sigan las pautas”, confiesa.
Según la experiencia de las salus, después del programa, casi todos los niños duermen entre 10 y 12 horas de por vida. Simplemente porque se les ha enseñado a dormir. “Nos dicen que hacemos magia pero confiar en los niños es lo más importante, ellos aprenden más rápido de lo que creemos”, asegura Magdalena, quien cree que la tendencia a no dejar que un niño llore nada, ni un minuto, lleva al bebé a no aprender a dormirse. “Nosotras no lo dejamos llorar como algunas metodologías salvajes pero entendemos que se quejan llorando, es su forma de comunicarse”, y cuando esto pasa, lo cogen en brazos, sin movimientos hasta que tras la calma vuelven a ponerlos en la cuna.
Miguel y Estefanía son dos malagueños que han contratado una salus. Su segunda hija, que ahora tiene poco más de seis meses, se despertaba una media de nueve veces por la noche. “Si le poníamos el chupete y teníamos suerte… se dormía y, si no, teníamos que botar en una pelota”, relata a NIUS.
En la primera entrevista con ‘Babysalus’, esta madre agotada les decía que era “imposible” que funcionara el plan con su hija. Ellos habían intentado que cogiera el sueño de otra manera, pero los llantos solo se calmaban en la pelota. No podían creerse que iba a dormirse con una persona desconocida y sin movimientos. Apenas llevan 6 días y el cambio ya es radical. “Ha sido un alivio porque vivíamos de día sin descansar por la noche”, confiesa. Aún le quedan más noches por delante pero lo que ya ven son resultados que veían imposible, "noto a mi hija más feliz, descansada, y nosotros también".