Alicia Bululú es pedagoga y narradora oral desde hace veinte años. Esta sevillana recorre, con sus cuentos y títeres, ciudades y pueblos de todo el país. Una profesional de la palabra que sabe llamar a cada cosa por su nombre, incluida la muerte. Ese concepto que tantas veces evitamos con los más pequeños, a pesar de formar parte de nuestras vidas.
“Recuerdo la cantidad de eufemismos con los que siempre me han hablado de la pérdida de los que he tenido cerca y ese enfado que me provocaba el dolor de la ausencia, unido a la incomprensión de lo que me estaban contando”, explica a NIUS.
Se ha ido, ya no está… explicaciones que se saltan el hecho en sí de morir y con ello, de poder encajarlo y tener derecho a una despedida, señala. “Todos tenemos una caja de tabúes en la que metemos las cosas de las que no somos capaces de hablar y la muerte es una de ellas”, así lo explica a un grupo de niños que miran absortos una de sus funciones.
“Me permito la oportunidad de hablar y mencionar a la muerte que no es algo habitual para ellos”, apunta. Y que, inevitablemente, les genera interés y atracción. Se ve en sus caras y reacciones. “No hay rechazo, ni miedo atroz. Al contrario, tienen sed de historias”.
¿Pero cómo se le habla a un niño de la muerte? “En primer lugar, me igualo a ellos. Les explico que yo también he tenido una vivencia así y que me generaba una gran incongruencia no entender por qué se había ido, por ejemplo, mi mascota”, señala. La incertidumbre es mayor cuando se trata de una persona querida. “Los pequeños no entienden por qué la abuela está enferma y no podemos ir a verla al hospital o al tanatorio que ni siquiera saben lo que es , ni el cementerio. Es todo muy ajeno a ellos”, lamenta.
Para acercarlos a ella, esta narradora trata la muerte de forma poliédrica, es decir, desde distintos puntos de vista, tal y como la ha ido narrando la tradición oral. “Les hablo de la muerte burlada que nos permite reírnos de ella, es una perspectiva que sana a las personas que, por ejemplo, sufren enfermedades; o la muerte justiciera: la que no distingue de edad, sexo, o condición. No tiene preferencias. Le llega a todo el mundo y por eso es justa. O la muerte irrevocable: no tiene remedio. Ésta es la que nos entristece”, señala.
Alicia Bululú es partidaria de hablar sin tapujos del tema. “Nuestro desarrollo cognitivo, simbólico, madurativo y emocional antes de los 6 años no está preparado para entender lo que es, pero no quiere decir que no se le pueda hablar de ella”, advierte. La muerte debe estar presente en las historias o en nuestro día a día si no, a la larga, será contraproducente y aumentará el dolor. “Al evitarla, les quitamos el derecho a hacer su duelo. Será un proceso incompleto a base de percibir las ausencias, mucho más complejo”, señala.
Esta pedagoga recomienda, para ello, apelar a la vida. “Explicar que tiene un inicio y un final”, apunta. Y utilizar el mundo animal y de las plantas que es para ellos mucho más cercano. “Es más fácil que comprendan que una planta se ha mustiado que no que papá o mamá algún día morirán”, explica.
Es a partir de los 6 años cuando los niños descubren que las personas somos también efímeras y es importante, insiste, haberlos preparado para ese momento. “Haberlo hablado, haber tenido plantas en casa que se hayan secado o animales cercanos que hayan desaparecido. O en alguna película o cuento, hay que hablarlo. Y si no tenemos respuestas, recuerda, no pasa nada. "Podemos preguntar nosotros: ¿Por qué me lo preguntas? ¿Qué te genera inquietud? Vamos a investigarlo, a pensarlo,...”
A diferencia de lo que pueda parecer, la celebración de Halloween nos aleja, según esta narradora, de hablar de la muerte. "Nos aparta de nuestra tradición del Día de los Difuntos que es una ocasión bonita para ir al cementerio, acompañar a los familiares que se fueron, recordarlos, pasear, llevarles flores…", apunta. Esta celebración, importada de EEUU, se centra más en un universo onírico de "espíritus y miedos", que nada tiene que ver con la festividad de los difuntos que, insiste la pedagoga, es una buena oportunidad para hablar a los más pequeños de la muerte, en un ambiente agradable y distendido.