Carolina tiene tan solo 28 años, pero por su mesa pasan a diario los currículums de técnicos que no trabajarían por menos de 100.000 euros al año. Es reclutadora internacional de talento y está centrada en perfiles de Tecnología de la Información. Eso de lunes a sábado, el domingo es diferente.
Cada domingo desde hace diez años, Carolina Yust se sube a un autobús camino de la prisión de mujeres de Sevilla. Allí le esperan ansiosos varios niños. Son los hijos de reclusas que viven dentro de la cárcel hasta cumplir los 5 años. "Te están esperando ya preparados con una sonrisa y llamándonos todo el rato", dice la joven.
En el mismo autobús de Carolina, se han montado desde hace más de dos décadas decenas de voluntarios de la Fundación Padre Garralda. Es la persona que consiguió crear un voluntariado que trabajara con los niños que viven en la cárcel. "Yo ni siquiera sabía que eso pasaba", reconoce Carolina, que empezó a colaborar con la organización cuando tan solo tenía 18 años.
Diez años más tarde, su círculo de amigos íntimos son todos voluntarios de la fundación y Carolina ahora organiza muchas de las actividades que llevan a cabo a lo largo de todo el año. "Organizamos varios tipos de actividades", nos cuenta. La principal ocurre cada domingo de septiembre a junio. Ese día recogen a los pequeños en la cárcel y los llevan fuera a pasear por algún parque de Sevilla. "Eso si hace buen día", dice Carolina. Si es malo van a guarderías privadas que le ceden su espacio o a recintos religiosos.
"Cuando vamos a una guardería o una iglesia, si dejamos la puerta abierta en seguida tres chicos van corriendo a cerrarla", nos cuenta Carolina. Están tan acostumbrados a estar encerrados que no es extraño encontrar comportamientos así. Por eso las salidas son tan beneficiosas para los pequeños. Sin ellas muchos de ellos ni siquiera saldrían de prisión porque, aunque las madres tengan permisos para salir, a veces son de fuera de Andalucía o no son españolas y no tienen a donde ir.
Las madres están muy agradecidas, pero también es duro para ellas. "Cuídalo como si fuera tu hijo", es la frase que más le repiten a Carolina. "Hay que entender además que están 24 horas al día con ellos". Sin embargo, llega el domingo y durante las 6 o 7 horas que dura la salida, la cárcel es más cárcel para ellas porque se sienten más solas. Todo se compensa cuando ven volver a sus hijos sonriendo y los pequeños les cuentan cómo ha sido el día.
No solo salen los niños. Hay ocasiones en las que las madres pueden acompañarles. Dos veces al año, organizan una actividad conjunta fuera de la prisión y a final del curso se van una semana niños y madres con los voluntarios a un campamento de verano. "Esto nos permite conocer mejor su entorno", dice Carolina.
Además, una vez al mes las voluntarias entran a la cárcel para celebrar los cumpleaños de todos los niños que cumplen ese mes. Llevan tarta y regalos, todos financiados por el propio centro penitenciario. "Muchos niños nacen dentro", dice Carolina, es precisamente durante los cumpleaños cuando los ven por primera vez ya que, hasta que no cumplen el año y empiezan a andar, no suelen salir de prisión con los voluntarios.
De esta forma, durante diez años Carolina ha conocido a decenas de niños y de madres. "Es una experiencia personal que me ha cambiado", dice Carolina. Con algunos sigue en contacto. "Pasa mucho", nos cuenta, y se acuerda de dos mujeres primas que estaban dentro del centro por la misma causa. "Les cogí a ellas y a sus hijas un cariño especial". Las dos presas habían tenido a sus hijas dentro de la cárcel.
Entraron las dos juntas en prisión y salieron juntas pero ya eran cuatro... o cinco, con Carolina. Desde entonces siguen en contacto y a pesar de que se fueron fuera de Sevilla, "a día de hoy me siguen mandando fotos y hacemos videollamadas... preguntan por mi y por mi familia". No se ha roto el lazo que durante años crearon domingo tras domingo.