Han despertado a la bestia. Los gritos desde Oriente Medio han traspasado fronteras, y los ecos de la barbarie han retumbado en la caverna donde hibernaba el enemigo silente. Desde la cueva, vuelve a difundirse un discurso medieval que intenta amoldarse a la nueva realidad: la tecnología y la inteligencia artificial. Y la bestia se ha sabido adaptar. Ya está luchando con este nuevo arsenal. Y ahí es donde hay que atacar.
Desde que se reactivó el conflicto árabe-israelí, Europa ha vuelto a sentir la amenaza del terrorismo islamista. Hace algunas semanas, Francia fue noticia porque hubo que evacuar aeropuertos, el museo del Louvre y el Palacio de Versalles por una amenaza terrorista. Alemania ha lanzado una gran operación con redadas en diferentes estados, y en España se ha reforzado, con medidas complementarias, el nivel 4 de alerta. La agencia de la Unión Europea para la Cooperación Judicial Penal Eurojust ha asegurado que la amenaza en Europa sigue viva, y el yihadismo actual ni se esconde ni disimula: hasta tal punto se auto-celebra, que el pasado 16 de octubre, tras matar a dos personas en Bruselas en nombre del Estado Islámico, el autor del crimen publicó un vídeo en Facebook asumiendo la autoría.
No es la primera vez que sucede.
La Comisión Europea ya ha pedido a TikTok y a X (antiguo Twitter) que detengan la propaganda terrorista que prolifera dentro de sus plataformas.
En los nuevos procesos de radicalización, la influencia de Internet resulta esencial. Son muchos los terroristas que antes o después de cometer un atentado publican sus intenciones a través de las redes sociales.
Cuando los fundamentalistas islámicos tomaron la ciudad de Mosul (Iraq) en 2014, fueron directo a la facultad de Comunicación. Robaron todo tipo de material audiovisual y secuestraron a profesores y alumnos. Comprendieron que el mensaje debía adaptarse al canal. En el vídeo que acompaña este artículo te explico cómo utilizan todo ese arsenal tecnológico: desde productoras musicales a revistas y hasta videojuegos: han reinventado su propia versión del mítico “Call of Duty”. Ellos juegan al “Call of Jihad”, literal.
Este nuevo terrorismo es un monstruo de dos cabezas, una amenaza a dos vertientes observable en el reclutamiento y en la ejecución. Así opera la yihad electrónica:
1. Reclutamiento
Los líderes fundamentalistas se valen del descontento juvenil para ganar simpatizantes. Ya no hace falta reunirse en la mezquita: a través de redes sociales, tejen su red de adoctrinamiento. Estos, permeables, terminan por absorber el discurso. Una narrativa basada en la desinformación, manipulación y demonización del enemigo (occidental).
2. Ejecución
Una vez interiorizado el ideario, llega la acción. Daesh (el nombre en árabe con el que se refieren al Estado Islámico o ISIS) otorgó el calificativo de "muyahidín" a todo aquel que “luchara contra el enemigo lejos del campo de batalla y desde sus propios ordenadores”. Ya no se precisa una estructura compleja detrás. Es muy barato atentar, bastan cuatro cacharros y un tutorial de YouTube, poco más.
Hoy en día todo ataque lleva consigo una campaña de comunicación. La gestión mediática del terror es fundamental para perpetuar su objetivo. Y estos lobos solitarios, alentados por una falsa épica, son los que forman el ejército de la yihad actual. Nuestros terroristas no son guerreros, no están preparados. Son jóvenes de entre 16 y 35 años.
Un elevado porcentaje de nuestro pensamiento es tejido por la información que consumimos. Desde el bombardeo publicitario hasta la cultura y educación. Si la injerencia de fake news es capaz de interceder en unas elecciones, desde luego no parece difícil que consiga moldear el pensamiento de un joven sin recursos, tanto materiales como emocionales.
La bestia no había muerto, solo estaba callada. Hará falta algo más que sedarla para placarla: ha de ser desarmada. Este terrorismo polimorfo, transfronterizo y descentralizado, necesita técnicas proactivas de prevención. El apoyo social es lo que lo mantiene vivo. Mientras unos luchan a cañonazos, otros deberían atacar su relato. Urge más inversión en contra-narrativa y contra-propaganda, porque la educación puede bramar más que un cañón.
Parece inconcebible, pero los psicópatas no son unos locos. Están en su sano juicio, aunque radique en las antípodas de lo que consideramos cuerdo. Por eso no es fácil identificarlos. Se estima que solo el 1% de la población mundial entra en la calificación de “psicópata puro”. Sin embargo, al igual que con los trastornos, se pueden tener rasgos. También hay psicópatas integrados, es decir, que viven en sociedad y disimulan, en mayor o menor medida, las evidencias de su condición, por lo que seguro te has cruzado alguno. Dale al Play y te cuento a qué tienes que prestar atención para identificarlos.