El herpes zóster (HZ) es una enfermedad que afecta a miles de personas en España y que se relaciona directamente con la reactivación del virus varicela zóster. Es provocada por uno de los virus de la familia 'herpes virus', que pueden afectarnos de manera distinta y provocar diferentes síntomas y enfermedades. En el caso de este tipo de herpes, suele provocar una erupción cutánea dolorosa para quien la padece y, aunque presenta una baja mortalidad, sí existen complicaciones asociadas a su presencia. ¿Qué es el herpes zóster y cuáles son sus síntomas y tratamiento? ¿Cómo identificarlo y qué pasos dar a continuación?
Existen diferentes tipos de 'herpes virus' y cada uno de ellos provoca distintas enfermedades y síntomas. El herpes simple es el más conocido de todos, causando el herpes simple, oral o genital. Sin embargo, también nos encontramos con otros casos, como el del herpes zóster: en este caso, su origen se encuentra en el virus de la varicela zóster, que se aloja en los ganglios y permanece latente tras pasar esta enfermedad. Con el tiempo, es posible que se reactive. Por eso su incidencia es mayor en personas mayores de 60 años que hayan pasado la varicela.
espera que la incidencia de HZ aumente en un futuro próximo debido al envejecimiento de la población y al creciente número de personas con comorbilidades y con inmunosupresión.
Tal y como explica Cinfa Salud, el herpes zóster o culebrilla se manifiesta en forma de erupción dolorosa en la piel que normalmente afecta tan solo a un lado de la cara o a zonas del cuerpo como el tórax, las cervicales o la zona lumbar. Es frecuente que la lesión aparezca en la misma zona donde la afectación de la varicela previa fue más intensa. Además del sarpullido, aparecen ampollas que desaparecerán en una o dos semanas.
La incidencia de este virus es alta: según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, un 15 por ciento de la población experimentará un episodio de herpes zóster a lo largo de su vida. Normalmente suele tratare de pacientes de edad avanzada (debido a que su sistema inmunológico se debilita con el tiempo, lo que hace más difícil que el organismo se defienda frente a posibles infecciones), así como de personas con un sistema inmunológico deprimido (personas infectadas por VIH, afectadas por tumores que produzcan alteraciones del sistema inmune, personas en proceso de quimioterapia o radioterapia, personas con un trasplante que sigan un tratamiento farmacológico para evitar el rechazo...). Pasar por estados de debilidad o cansancio también se relaciona con la aparición de estos síntomas.
En cuanto a los síntomas del herpes zóster, son los siguientes:
Es importante consultar a u médico y llevar un seguimiento de la infección, ya que puede acarrear efectos secundarios indeseados. Por ejemplo, es posible que permanezca un dolor residual en la zona de la lesión, conocido como neuralgia postherpética. Se trata de la complicación más frecuente. También, si el herpes afecta a la zona del ojo o sus alrededores, puede producirse pérdida de visión. La neumonía es otra consecuencia posible, así como (en este caso, con mucha menor frecuencia) miocarditis; afectación del riñón, del hígado o del páncreas; pérdida de audición; parálisis facial; inflamación del cerebro, cerebelo y, en casos fulminantes, la muerte. Estos riesgos aumentarán en el caso de pacientes inmunocomprometidos.
Por último, es importante saber que la lesión del herpes zóster no se contagia, pero sí puede transmitirse el virus de la varicela zóster de persona a persona a través del contacto con las secreciones de las ampollas, que contienen el virus varicela zóster. Tan solo durante esta fase es posible el contagio: no cuando la piel se encuentra enrojecida, ni cuando las lesiones se secan y desaparecen.
Así, la persona contagiada no desarrollará el herpes zóster, sino la varicela. No suele ser necesario tratamiento para el herpes zóster, aunque se pueden aliviar síntomas con fármacos antivirales. También es importante cuidar las lesiones con antisépticos para evitar infecciones, y pueden recetarse analgésicos para el dolor. En el caso de dolor residual posterior, puede ser recomendable un tratamiento constante cuando el dolor dificulte nuestro día a día o resulte muy intenso.