A comienzos del mes se celebró el Día Mundial de la Eficiencia Energética, una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de utilizar la energía de forma eficiente. Uno de los momentos cotidianos donde se produce un mayor gasto energético es durante la conducción. Para tratar de mejorar la eficiencia del vehículo en este sentido, existen una serie de hábitos comunes que favorecen la conducción eficiente, como el mantenimiento de una velocidad constante, el control de los sistemas de ventilación, el apagado del motor si el vehículo se para, o la anticipación del conductor ante posibles imprevistos en la calzada.
Con el objetivo de optimizar más aún el gasto energético, se pueden establecer una serie de pautas concretas para reducir el consumo de carburante en función del tipo de propulsión del motor. Además del ahorro que supone, la conducción eficiente contribuye a mejorar la seguridad y la contaminación ambiental, así como a minimizar los gastos de mantenimiento del vehículo y procurar una mayor comodidad a los ocupantes.
Cuando se arranca el vehículo hay que evitar pisar el acelerador y, una vez que se inicia la marcha, hay que cambiar a la segunda marcha enseguida. El cambio de marchas ha de ser ágil y, siempre que sea posible, hay que conducir en marchas largas. En gasolina ha de conducirse a unas 2000 rpm mientras que en los diésel el parámetro baja a las 1500 rpm para lograr un consumo óptimo. A la hora de desacelerar, lo ideal es dejar de pisar el acelerador, frenar suavemente y reducir lo más tarde posible, apurando el recorrido de cada marcha, sin que el coche llegue a calarse.
El propio vehículo selecciona las marchas más eficientes. Sin embargo, el conductor puede incrementar la eficiencia levantando el pie del acelerador ligeramente, de manera que la caja pueda determinar pasar a una relación superior, reduciendo así el consumo. De lo contrario, si se pisa a fondo el pedal, el coche decidirá retrasar el paso a una marcha más larga.
Funcionan igual que las motorizaciones tradicionales, pero permiten aumentar la autonomía al contar al menos con un segundo depósito adicional al de gasolina con el que se puede recorrer un mayor número de km sin repostar. Además de suponer un importante ahorro en gasto de combustible, puesto que el precio del gas es inferior al del litro de gasolina o diésel, es también más eficiente, ya que emite menos partículas contaminantes.
Los coches con tecnología microhíbrida dotan a la mecánica tradicional de una pequeña disminución en sus emisiones y consumos a través de una pequeña batería que, entre otras bondades, permite a los coches mantener la velocidad en pendientes soltando el acelerador al general el conocido como “efecto vela”. Esta batería sirve además como apoyo en el primer impulso para desplazar el vehículo y para ganar velocidad. Por lo demás, funcionan igual que las motorizaciones tradicionales.
Los coches con estos tipos de hibridación son de por sí muy eficientes, por eso la mejor manera de aumentar la eficiencia es garantizar la durabilidad de la carga de las baterías.
Estos coches funcionan completamente con electricidad, por lo que todo lo que activemos en el vehículo irá en detrimento de la autonomía. Por ello, lo mejor para las baterías es circular lo más libre de cargas posibles y mantener una velocidad constante, sin aceleraciones bruscas. Además, cuentan con un sistema de recuperación de energía para la auto recarga, de modo que almacenará la energía recuperada en frenadas o a través del efecto vela, aunque no es suficiente para cargar el vehículo completamente, teniendo que enchufarse a la corriente.
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